martes, 14 de abril de 2020

La más hermosa

La primera en llegar fue Rosario. Se acomodó en una silla y desde lejos me regaló una sonrisa. Se la veía contenta, efusiva, bohemia, como siempre. Ella sabe, aunque lo disimule bien, que no está entre las candidatas a ganar, pero eso no le hace perder las esperanzas. Es preciosa, eso es innegable, pero la competencia es feroz y los jurados somos altamente exigentes, implacables diría yo. No se si algo le falta, definitivamente nada le sobra, el problema no es Rosario, el problema son las demás, que me hacen voltear a verlas a medida que van ingresando a la sala.

Poco a poco se fueron acercando todas; con la ilusión intacta, vestidas de gala y con regalos para mi. Me saludaban con cortesía, cada una a su manera, y trataban de endulzarme el oído con anécdotas vividas juntos. Todas querían ganar, todas querían el premio, todas buscaban el galardón para mostrarse de mi mano orgullosas, con la garantía de ser la más hermosa. Habían pasado horas y horas poniendose lindas para la competencia, algunas incluso, gastando dinerales que no tenían en vestidos de seda y sesiones de maquillaje. No faltaba la brillantina, el rouge, los sombreros, las pestañas postizas. Me sentí muy halagado de todos los esfuerzos que habían hecho para complacerme y eso me obligó a acercarme a cada una para agradecerlo.

Todas sabían bien que, a pesar de que el jurado era diverso y exigente, la única opinión que importaba era la mía. Yo decido quien gana y quien pierde y eso las obliga, aunque no quieran, a seguirme todo el tiempo con la mirada y fingir que pueden darme aquello que estoy buscando aunque no lo tengan, aunque les moleste hacerlo. Yo las recibía con dulzura, las escaneaba con la mirada y sonreía ante cada historia y cada regalo. Las quiero a todas casi que por igual, aunque tenga mis preferencias.

Florencia, tan chiquita y delicada como es, vestía de manera provocativa, algo que no le es propio, y consiguió asi llamar mi atención unos momentos. Tiene ligeras y delicadas curvas, no es tan exuberante como otras, pero sabe explotar sus virtudes tanto o más que las más llamativas, las más voluptuosas. Además, Florencia sabe bien que la belleza no pasa siempre por la cantidad si no por la calidad de lo que se posee y en eso, ella tiene ventaja. Es muy culta y su compañia te enriquece más de un rincón del alma.

Paris y Londres, dos de las grandes candidatas, se miraban con recelo, se odiaban en silencio y todos lo sabemos. El clima era tenso alrededor de ellas. Cada una tenía sus virtudes y sus defectos y no tardaban en hacerselos notar la una a la otra. Londres empleó su sutil acento británico; ese que siempre logró enamorarme, y me regaló un disco de los Beatles. Paris la acusó de tramposa, de apropiarse de la belleza ajena y apeló a mi costado más romántico mostrando una foto que nos sacamos hace unos años. -Te extraño tanto, mon amour- me confesó y logró que me sonroje, siempre logra eso; es su poder oculto.

Tokio, en cambio, permanecía ajena, en silencio, tratando de cautivar mi atención con sutil indiferencia y su vestido luminoso y llamativo. Cuando me acerqué a saludarla me hizo una breve reverencia y me dió un tibio beso en la mejilla. Tenia un traje de lentejuelas que encandilaba a cualquiera, incluso a mi, que no soy fácil de sorprender. Comparada con Tokio, las demás parecen grises, perdidas. Tokio resplandece de día y sobre todo de noche.

Madrid fumaba en un rincón, muy segura de si misma; no necesitaba demostrar demasiado. Madrid siempre supo que estaba entre mis favoritas y pensaba que solo con invitarme una caña tendría el concurso asegurado. Tenía su noche, inigualable, sus salidas a cenar y la gran ventaja de que yo la quiera como a una prima cercana. Estaba guapísima, como suele estarlo, y olía a un perfume dulce y seductor que provocó la rabia de Paris, quien la acusó a ella también de usurpadora. Madrid cruzó las piernas y me lanzó dos besos, uno por mejilla, antes de decirme con toda galantería, que me quería con el alma y sufría cada verano en que yo decidía no visitarla.

Del trance embriagador en el que me encontraba desperté con un ruido de congas y maracas. La Habana entró bailando; llena de vida y con un aura de delicada nostalgia. Es fantástica, aunque algo perdida en el tiempo, tiene el esplendor intacto de esos años de juventud que supieron conmoverme. Y empezó con su - Oye chico - y su caribe y su malecón y su floridita y su bodeguita y de los ojos salían rayos de sol que levantarían el ánimo de cualquiera. -Una copita de ron pa´aliviar las penas - me dijo y me sacó a bailar con una sensualidad demoledora y una sonrisa gigante pintada en medio de su precioso rostro. No entró sola, Lima, otra de mis favoritas, venía siguiendole los pasos. Hizo una mueca al verme y me dió, con total descaro, un beso en la boca.Traía de regalo un plato de ceviche de pulpo sobre el que me lancé sin dudarlo. Le agradecí y con complicidad me guiñó un ojo. Las demás no entienden que le veo, están celosas de que ella logre enamorarme con su humildad, su playa y sus ojos pardos.

En otra esquina del salón, esperando su momento, Edimburgo y Nueva York me saludaban. Nueva York brillaba, radiante como ella sola, se pintaba los labios de un rojo brillante mirandose en un espejo chiquitito mientras silbaba una tierna melodía de Jazz que me resultó familiar. Ella vive de noche, igual que yo, y usa aquello en su favor. Edimburgo, para mi sorpresa, no iba borracha. Se notaba que había bebido un Whisky antes de entrar y se mostraba atrevida y ligeramente desatada. Eso me sedujo y pareció notarlo cuando se acercó a darme un abrazo. Estaba hermosa, con su rojizo pelo enrulado y su tez blanca como el papel.

Comenzaron los bailes, la música, las copas, los platos, las luces, y asi fueron llegando Sevilla y Potosí, Bruselas y Roma, Liverpool y Montevideo, Barcelona y Amsterdam, Salta que entró cantando una zamba preciosa y Valencia que no paraba de sonrerir, y yo que me perdía entre sus ojos y su hermosura; las quiero a todas, me cuesta decidirme; como elegir entre tanto amor, como hacer a un lado tantas cosas vividas con ellas. Todas eran hermosas a su manera, todas merecían ganar; y yo que solo puedo elegir a una. Dificil tarea, estimulante si, pero muy dificil.

Sobre el final, cuando ya todas estaban acomodadas y yo me dirigía al estrado para anunciar a la ganadora, abrieron la puerta del salón. Todas voltearon al instante, algunas no necesitaron demasiado tiempo para darse cuenta quién había ingresado. Era Ella; la única. Ella, la más linda, la inigualable, la que siempre me seduce, la que siempre me enamora, la que está siempre en mis sueños y mis recuerdos, la que jamás finge ser algo que no es, la que nunca me decepciona. Se acercó al estrado, altanera y orgullosa como es, y me arrebató el trofeo de las manos. No necesita escuchar mi veredicto; sabe perfectamente que no tiene competencia. Sabe que ganó y que siempre va a ganar. Sabe que me puede, sabe que no puedo decirle que no. Buenos Aires me tomó del brazo y juntos, ante la celosa mirada de las demás, fuimos a comer una pizza a la calle Corrientes.

viernes, 18 de octubre de 2019

La Partida

Terminó Clan Rover Rock. Terminó una etapa increible de mi vida. Dejo acá la reflexión final que compartí en otras redes.



Llegó el momento de dar mi mensaje de despedida, lo dilaté estos últimos días para reflexionar, tomar aire y perspectiva.
A diferencia de algunos de mis compañeros, Clan Rover Rock fue, es y probablemente será la única banda de rock de la que participe. Tuve el honor de fundarla junto a otros compañeros que de a poco se fueron alejando de la música, algunos que siguieron arriba del barco hasta el final y el maravilloso privilegio de acompañar, convencer e invitar a participar a aquellos que se sumaron más tarde.

No hablo de reemplazo porque no creo en esa palabra, nadie reemplaza a nadie en una banda de rock como la nuestra, seguiremos siendo siempre una familia, un grupo de hermanos que cumplieron un sueño. Algunos terminamos el sueño sobre el escenario y otros lo hicieron desde abajo, apoyandonos siempre en cada lugar y cada vez que los necesitabamos.

Cuando la banda inició no teníamos la menor intención de hacer música scout, esa iniciativa nos tomó casi por sorpresa un año y moneditas después y nos conmovió tanto que no pudimos soltarlo jamás. La primera vez que tocamos Avanzan las Patrullas fue en el Moot Nacional de San Luis, cuando todavía eramos Rovers. Recuerdo mucho ese viaje y todos los periplos que pasamos, desde los inconvenientes en la logística y el transporte, la carpa adicional que llevamos para guardar los instrumentos, la desmesurada alegría que teníamos todos en el campamento, las bengalas de humo que se prendieron entre el público, la evacuación, la tormenta de arena, absolutamente todo; sin embargo lo que más fresco tengo en la memoria es la sensación de estar llenando un espacio vacío dentro del movimiento, algo que otros no llenaban. Mucho tiempo después descubrí que existían otras bandas que hacían música scout, incluso mejores que nosotros y me sentí que eramos un grupo diminuto de privilegiados que habíamos sacado la guitarra de los fogones y la habíamos puesto sobre los escenarios.

A lo largo de los 12 años que duró este sueño tuvimos la suerte de conocer gran parte de nuestro país gracias a la banda. Hicimos infinidad de grandes amigos, nos sacamos millones de fotos, recibimos toneladas de regalos y decenas de pañuelos, que guardamos como pequeños trofeos y muestras de cariño. Cada pañuelo es una historia, un viaje, un show. Cada regalo es una parte importante de la vida de un grupo, una comunidad, una zona, un distrito, una asociación que quiso compartirlo con nosotros e invitarnos a hacer lo que más nos gusta.

Seguramente me quede con lugares por nombrar, pero para tomar dimensión de las cosas puedo contarles que viajamos 3 veces a Rosario y 3 veces a Mar del Plata; no menos de 5 veces a La Plata, viajamos a Rawson (Chubut), San Juan, Concordia y Federación (Entre Rios), San Luis, El Partido de la Costa, Lobos, Necochea, Valle María etc.

Recorrimos todas las zonas de Capital, estuvimos en 3 aperturas metropolitanas, varios foros nacionales, Rover Moots, encuentros de unidades, RUTAs, encuentros de coleccionistas, cumpleaños de grupos, campamentos zonales y distritales, Jamborees, Canaces, encuentros de dirigentes, cursos de formación, eventos de diferentes distritos, encuentros de caminantes, eventos de manadas, campamentos de equipos de emergencia, ferias provinciales y municipales donde fuimos aquello que los scouts querían mostrarle a la sociedad, etc.

No se cuantos grupos de capital nos faltó conocer pero seguro que son pocos. En el conurbano estoy seguro que no nos quedó partido por visitar. Tocamos en Avellaneda, Quilmes, Berazategui, Florencio Varela, Lomas, Ezeiza, Caseros, San Isidro, Vicente Lopez, San Martín, San Miguel. Estuvimos en todos lados y solamente estoy nombrando eventos scouts.

La lista es interminable y tanto tiempo borra de mi memoria algunas cosas pero no las borra de mi corazón.

En algún momento la banda decidió que podíamos dar un salto al under porteño, grabamos un disco enteramente nuestro con solo un pequeño guiño hacia el movimiento y con ese disco en la mochila recorrimos todos los boliches, centros culturales y bares de capital y el conurbano donde nos fue posible actuar. Ahi se dieron algunas de las experiencias mas increibles que me deja la banda, esa sensación indescriptible de estar sobre un escenario y que debajo de él haya un chico con un sombrero cuatro pozos al lado de un motoquero con sombrero texano. ¿Y saben que? El motoquero quería escuchar Avanzan las Patrullas.

Creo que lo más atractivo que tuvo esta banda de la que estoy enteramente orgulloso es que cuando comenzamos y no sabíamos tocar un solo acorde eramos Rovers y sentiamos que estabamos compartiendole a nuestros pares parte de nuestros gustos y habilidades. Cuando crecimos y aprendimos a tocar un poco más (tampoco tanto) ya eramos adultos y queríamos transmitir lo maravilloso que es el arte como medio de expresión a los más chicos.

Por momentos nos sentimos iluminados, o al menos yo me senti asi y no voy a negarlo. Sentía que no podía ser real que nuestras canciones estuvieran sonando en todo el continente, que recibieramos mensajes desde cualquier parte del mundo hispanoparlante contándonos que en sus grupos se escuchaba Clan Rover. Fue mágico, como todo lo que nos pasó en estos años. Gente desde Colombia, Chile, Costa Rica, España, Mexico o Perú, que nos escribian y nos hacían sentir las estrellas de rock que no somos ni buscamos ser. Por que al fin de cuentas lo único que siempre quisimos hacer fue música y todo lo que vino después fue un regalo del cielo.

Este fin de semana en que dimos la partida en el IV Rover Moot Nacional me vinieron tantos recuerdos a la cabeza que, tal como había anticipado en alguna nota que hicimos, me hicieron emocionar hasta el punto de quebrar la voz en las últimas dos canciones.

Me acorde de tantos amigos y tantas personas que pasaron por nuestras vidas. Tantos Presidentes de la asociación, directores ejecutivos, directores de comunicaciones, jefes de grupo, directores de zona, directores de distrito. Tanta gente que nos convocó para tocar y con la que terminamos entablando una amistad.

Yo no se que significa Clan Rover dentro del mundillo scout, a veces siento que significa mucho menos de lo que es y fue y otras veces me hacen sentir que es mucho más de lo que parece. Yo se que significa para mi. Encarna el proyecto más largo del que haya participado, es algo que me acompañó durante mi etapa Rover, mi etapa de dirigente y me acompaña desde que dejé activamente el movimiento hace varios años.
Es algo que llevo en la piel y en el recuerdo y de lo que no puedo no sentirme orgulloso.

Me preguntaron infinidad de veces en estos últimos meses por que nos separamos. Se que algunos tienen respuestas un poco más elaboradas que la que yo tengo; la verdad no lo se. Nos separamos porque nos sentimos grandes para esto, nos separamos porque creo que dimos todo lo que teníamos, nos separamos porque todo proyecto necesita un final, nos separamos porque hace muchos años que ocupamos un espacio que debería ser ocupado por jóvenes y nosotros ya no lo somos, nos separamos porque cada uno tiene proyectos de toda índole a los que abocarse, nos separamos porque nos quedamos sin ideas o nos separamos porque es mejor matar el juego antes de que muera solo. Quizá sea algo de todo eso o quizá sea todo eso junto. Nos separamos pero las canciones están, quedan ahi para siempre, las versiones no mueren, las redes sociales siguen activas y nosotros seguimos siendo un grupo de hermanos.

Ahora les tocará a otros seguir la pista. A diferencia de muchos musicos, hermanos scouts, que admiramos y queremos, nosotros construimos una PYME de la industria que intentó hacer todo por los canales formales. Desde los registros de derechos de autor hasta le presencia en festivales y concursos. Fue por eso que también decidimos salir a tocar afuera de los grupos y creo que es la mejor manera de demostrarle al mundo que no somos nenes que venden galletitas.

Decidimos durante este tiempo jugarnos por todo aquello en lo que creíamos, apoyar todas las causas que nos parecían justas y despotricar contra todo aquello que no nos gustaba, a pesar de que eramos plenamente conscientes de que muchas personas dentro del movimiento scout están aún paradas en las antípodas de aquello que los jóvenes necesitan. Esto nos trajo muchisimos disgustos y peleas con gente que se indignó porque no eramos lo que ellos pretendían. ¿Saben que? Somos y fuimos lo que queremos ser, con nuestras convicciones, debilidades, fortalezas y contradicciones; y ahi creo, radica otro secreto del por que la banda pudo mantenerse activa todo este tiempo; entre otras cosas, porque cuando hubo que elegir siempre estuvimos del lado de los jóvenes.

Si el movimiento se estanca y en lugar de escuchar a los jovenes que lo componen pretende decirles que hacer o que pensar esta condenado al fracaso. Hay que mantenerlo girando, evolucionando. Cantar hoy una canción scout como si fuera una marcha militar es un retroceso atroz y dentro de unos años cantarla en versión rock quizá también lo sea. Siempre pense que el futuro de la música scout venía del lado de la música actual, moderna y bailable. Las expresiones artísticas de los jóvenes que estuvieron en el concurso de talentos del último Moot me dieron la razón.

Por todo esto es que siento que Clan Rover no muere ni va a morir y que no es más que un hasta luego, porque aunque dejemos de ensayar, dejemos de componer o dejemos de tocar en cuanto evento nos llamen, el sentimiento que tenemos por esta banda no termina, y si alguna vez la situacion lo amerita, las condiciones se dan y no hay quien se suba al escenario para hacerlos cantar y bailar, nos verán volver, más canosos, más sabios, más adultos.. pero seguramente fortalecidos.

A lo lejos, adelante.

Pablo Lorenzo
16/10/2019

viernes, 11 de octubre de 2019

Orgullosamente

Clan Rover Rock se termina este fin de semana. La banda de rock que tengo desde hace 13 años, la que me hizo muy feliz y también me trajo infinidad de conflictos. El proyecto más largo que tuve y quizá que tendré. De los viajes, las fotos, los pañuelos, los recitales, los amigos, las bandas. De todo me llevo un pedazo. La única manera que tengo de recordar por qué decidimos armar esta banda es con una de las letras que más me gustan y que no es más que una foto del momento en que comenzamos a tocar. Volveremos, quien sabe. Si lo hacemos será orgullosamente vivos.

En mi ghetto intolerante de animales adornados
mil denarios por sus voces y alfombran sus dedos magos

Con aquella rabia espesa, imposible es de ocultar
que arrastran con su estirpe y en latin no han de insultar

Y cambian a Dios por amuletos
y cilantro por galletas
abrazados a esa especie
de imantados proxenetas

Orgullosamente vivos

Catedráticos del Soho, de ultramundos perfumados
aconsejan a su suerte con la imagen del pasado

Corretean impalpables coronando picardias,
ilusiones inflamables sin satélites espías

Y cambian a Dios por amuletos
y cilantro por galletas
abrazados a esa especie
de imantados proxenetas

Orgullosamente vivos.



A lo lejos, adelante.
Zorro 11/10/19

viernes, 13 de septiembre de 2019

Recuerdo de Salta

Iba caminando perdido cerca de mi casa, la avenida se abría delante de mi y dejaba ver el sol entre los árboles; de frente y casi en silencio, los autos avanzaban cautelosos como si fuera domingo, pero era jueves.
Ese día conocí a Josefina. La conocí sin conocerla, que es la mejor manera de conocer a alguien. Conocer sin conocer me permitió inferir sus secretos más íntimos, inventarle cualidades ocultas y construir pequeñas historias que ella pasaría de contarle a quienes si la conocen. Supe que se llamaba Josefina, aunque bien podría llamarse Florencia, y miraba la calle desde un balcón en un cuarto piso.

Espiaba la vereda escondida entre unas macetas; sin prestar demasiada atención pero con la ligera concentración que se necesita para despertar, cuando sea necesario, el ojo minucioso que detecta los pequeños e indispensables detalles.

Josefina esperaba a alguien; esperaba ver a alguien pasar. Alguien que, seguramente, pasa todos los días a la misma hora por esa calle. Lo supe por su forma de vestir y porque no parecía estar preparada para bajar a abrir la puerta.

Fue entonces que, casi por deducción, conocí a Santiago, quien bien podría llamarse Ariel. Estaba pronto a pasar por debajo del balcón de Josefina camino a la parada del 44, como hacía todos los días.

Santiago y Josefina se conocen desde hace mucho tiempo; más del que Santiago lleva viviendo con Estefi y mucho más de los años de vida que tiene León, su primogénito. Se habían conocido en un bar de Flores cuando ninguno tenía más de dieciocho años y todavía no sabían que carajo hacer de sus vidas.

En la vida del Santiago de dieciocho años todavía no existía Andrea, ni había hecho ese viaje a Gessell donde ella lo dejó por rata. Tampoco Vicky había intentado presentarlo a sus padres como su novio formal una noche en que los dos se quedaron desvelados haciendo un trabajo práctico para la facultad. En ese momento en que Santiago conocíó a Josefina, le invitó una cerveza y se fueron juntos a vagabundear por plaza flores, Estefi todavía vivía en Hurlingham y trataba de digerir la idea de sus padres que querían mudarse a la Capital para estar más cerca de sus trabajos.

Cuando se sentaron en el banco de la plaza que da hacia la calle Yerbal Josefina no sabía que existía Marcos, mucho menos que iba a engañarla con una amiga de su hermana. Tampoco sabía que vendría Pablo, le endulzaría los oídos con palabras lindas y terminaría siendo un psicótico de manual que la perseguiría durante años. En la vida de Josefina no estaban ni Esteban ni Lucas ni el otro Pablo ni Alejandro ni Mariano ni Emmanuel; en ese momento, al igual que ahora, solo estaba Santiago.

A Jose no le gustaba guardar en su casa recuerdos de viajes ni fotos ni adornos ni souvenires. Cada regalo que algún amorio pasajero le hacia era desechado segundos después de la ruptura; como para no tentarse con un llamado inoportuno o alimentar esperanzas absurdas. Nunca pudo enamorarse, nunca pudo elegir a alguien. Lo único que permanecía eternamente postrado sobre un mueble de mimbre era un recuerdo que Santiago le había traído en su primer viaje con Estefi. "Recuerdo de Salta" dice; es un mate de cuero y siempre tiene al lado una foto de Él que Josefina esconde cada vez que alguien la visita.

Santiago pasaría por la vereda de su casa, miraría al balcón del cuarto piso y con una sonrisa cómplice la saludaría para dejarla tranquila. Hoy no era el día para subir a verla como hacía cada vez que tenía una mañana libre. Santiago se había despertado a horario, había saludado a Estefi, llevado a León al jardín de infantes y leído el diario en el celular mientras apuraba una taza de café negro. Tenía una mañana agitada y llena de reuniones y no podía perder tiempo.

Jose no sabía esto, porque nunca sabe que día Santiago va a subir al cuarto piso. Ella espera cada día verlo pasar y ruega que al llegar a la puerta del edificio saque de un bolsillo escondido de su mochila la llave de su casa. El portero lo conoce y por eso no hace ningún comentario. Cuando el milagro sucede Josefina tiene una mañana a color y no cargada con esas tonalidades sepia que la deprimen. Al fin de cuentas lo que Santiago tiene para ofrecerle solo es esa sonrisa cómplice y una franqueza cruda que le sale por los poros, un tendal de mentiras que ella ya no le obliga a soltar, alguna que otra licencia poética y un ego que no entra en la habitación. Jose, en cambio, le ofrece su preciosa intimidad y la tierna complicidad que entremezcla esa amistad cocida a fuego lento con un juego de seducción interminable. Se ofrece Ella, como tesoro y como premio. Se ofrece Ella y para Santiago eso es más de lo que nadie, ni siquiera Estefi, le haya ofrecido.

Les pasa por la cabeza y lo saben; cada vez que lloran, rien, se regalan una charla conmovedora o desatan a la fiera que duerme cautiva dentro de ellos están agrandando mutuamente una herida que lleva abierta casi una década en el lóbulo frontal de cada uno. Son solo ellos, en un mundo retorcidamente absurdo, intentando vencer las agujas del reloj y el via crucis de una vida de lógicas concecuencias.

Los días en que sube al cuarto piso son bastante parecidos, tienen adosada la magia de la rutina inevitable que reconforta y borra la inmundicia del departamento lúgubre y oscuro. Esos días desempolvan los rincones del dormitorio de Josefina y le dan nuevo brillo a sus opacas ventanas.

Toman mate en la cocina, comen unas tostadas de arroz y Él le cuenta lo dificil que se le está haciendo vivir con Estefi y León y tener que ocuparse de criar un niño tan pequeño. Al principio ella escuchaba ese derrotero de vivencias con alguna esperanza de que algún día le prometiera dejarlos y vivir para siempre en ese cuarto piso frente al Parque Chacabuco; con el tiempo fue perdiendo las esperanzas y con ellas las ganas de salir y conocer otra gente. Se metió de lleno en el espiral oscuro de la resignación y ahora que no sabe ni que quiere ni que tiene solo se consuela con esas mañanas en que hacen el amor pasionalmente, se besan, se abrazan y planean un viaje que nunca en la vida van a hacer.

- Estoy cansado de esta vida de mierda - dijo él la última vez

- Cansado de pasar por tu casa, mirar para arriba y saber que estás acá y que tengo ganas de subir para quedarme; vivir toda la vida con vos.- agregó

- Dejate de pelotudeces Santiago - le respondió ella entre risas

- El problema es que no puede ser acá ni ahora ni en este mundo ni en esta vida .- le dijo ignorandola

- Tendríamos que irnos de esta puta de ciudad de mierda a un pueblito de Salta, donde vivamos lejos de todos. Lejos de mi vida, lejos de la tuya. Laburando de cualquier gansada, tomando mate y leyendo a Cortazar. Tendríamos que mudarnos y vivir la vida que nos haría felices, la verdaderamente importante- finalizó

Ella miró de reojo el recuerdo de Salta que estaba sobre el mueble de mimbre y contuvo las lágrimas con un esfuerzo sobrehumano que Santiago no pudo detectar.

- ¿Vos no te movés de la ciudad ni que te maten y te vas a ir a vivir a Salta? - le recriminó burlonamente

-Bueno. Me acuerdo cuando fui con Estefi. Es un lugar precioso, lleno de paz.- le respondio

- Vos no te acordás ni que día naciste y me querés hacer creer que te acordas de un viaje que tuviste hace diez años. - dijo ella

-Me acuerdo de tu sonrisa, que es lo único que me importa ahora.- gambeteó con una poesía repugnante

- Por cosas como éstas te quiero y te odio tanto- le dijo ella y comenzó a limpiar el cenicero.

La respuesta fue un prolongado silencio. Él miró el reloj de la muñeca y se preparó para irse, la saludó con un beso en la mejilla y un abrazo lleno de ternura. En el teléfono tenía un mensaje de Estefi que le pedía que vaya por León que había levantado fiebre.

- Es Estefi - le dijo - León está enfermo y lo tengo que pasar a buscar; pobre gordo -

Ella resopló con ligera resignación e intentó dibujar una sonrisa.

-Andá boludo! - le dijo finalmente disculpándolo sin que Él se lo pidiera.

Santiago pasaría varios días sin subir al cuarto piso y Josefina seguiría escondiéndose entre las macetas, mirando el mate de cuero y recostándose en el sillón a meditar cuando, después de la misma sonrisa cómplice de todos los días, Él cruzaba hacia la otra calle. Apagaría el teléfono, daría varios partes de enferma en su trabajo y pasaría otro mes sin visitar a amigos ni familiares.

Por momentos se sentía bañada de tristeza, carente de imaginación y con la mochila de la resignación cargada sobre las espaldas. Esperaba el cansino paso del tiempo, tenía un deseo horrible de verlo morir a Santiago de una vez y recuperar diez años de tiempo perdido. Finalmente y después de meditar un rato veía el mate de cuero, tomaba la foto entre los dedos y se sentaba nuevamente entre las macetas, con la cara luminosa de esperanza y el pulso acelerado.

Hoy volví a pasar por esa calle cerca de mi casa y Josefina no estaba en el balcón. Me quede parado un buen rato esperando ver pasar a Santiago, mirar para arriba y hacer la típica sonrisa cómplice. 

Después de veinte minutos de espera supuse que estarían tomando mate en Salta y me puse contento por ellos.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Perdido en el barrio de Flores

El barrio de Flores tiene dos sub divisiones que generan una grieta profunda entre quienes nacimos ahi. Aquellos que nacimos de Rivadavia al sur, los del Bajo Flores, creemos que aquellos nacidos del otro lado de la vía deberían pertenecer a la Paternal. Su cultura se hermana más con la de ellos; deberían ser del bajo Paternal y dejarnos a nosotros el control moral de nuestra división administrativa.

Para ellos -supongo ya que no soy de allí- nosotros deberiamos formar parte del Alto Villa Soldati y así dejar de intentar pertenecer a la clase media porteña que no nos representa.
Nos tiroteamos mutuamente con falsas e incómodas ironías para hacernos notar que no pertenecemos.

- Yo vivo por Avellaneda y Boyaca - nos cuentan
- Ah, ¿y eso que es? ¿La Paternal o Villa Mitre? - les respondemos hábilmente

Creo que esta diferencia es la que provoca que la geografía conspire sin escrúpulos contra unos y otros. Los barrios hablan, tienen vida, nos realizan acciones, nos desafían y nos provocan. Es por esto que a mi el Alto Flores me vive atormentando; me engaña, me prepotea, me desorienta. Nunca logro acomodarme por ahi, ubicarme, guiarme. En un primer momento supuse que era parte de un impulso inconsciente por no querer aceptarlo como parte de mi vida; después entendí que es el propio barrio el que me detesta.

Hay días en que me encuentro paseando por Plaza Aranguren y al doblar por Avellaneda, ésta se convierte en Gaona y de frente me ensombrece el Policlínico Bancario; en otras oportunidades subo por Boyacá y cuando el semáforo de Neuquén se pone en verde me encuentro bajando por Nazca a la altura de Aranguren. Paseando por la Plaza de los Periodistas me aparecí en la Plaza del Ángel Gris sin entender bien cómo y el cruce de vías de Artigas siempre cambia de sentido cuando intento atravesarlo.

Mantuve hace poco una charla de cuarenta minutos acerca de un bar de la calle Seguí y Felipe Vallese que resultó estar sobre Bacacay casi en la esquina de Donato Álvarez. Estuve en ese bar toda la noche y al salir había cambiado de nombre y de dirección al igual que hace El Sol de Galicia que cada vez que lo necesito está emplazado en un rincón diferente del barrio.

En la guardia del Hospital Álvarez abundan las visitas de gente que está desorientada. Según me contaron algunos médicos, infinidad de personas ingresan creyendo estar en el Piñero y aluden que venían corriendo por Varela huyendo de la hinchada de San Lorenzo, otros cuantos preguntan que tan lejos queda el Durand, ya que les dan mala espina las enfermeras nacidas en el Alto Flores.

Incluso los oriundos de allí se desorientan; quizá el barrio no termine de reconocerlos o sospeche que en realidad son de Caballito. Hace poco conocí una persona del Alto Flores que no tenía muy en claro si vivía cerca del Patio de los Lecheros o Plaza Irlanda. A veces vive enfrente de la Plaza Aranguren; otras veces sobre la calle Andres Lamas a la altura de Franklin; incluso me pareció haber escuchado que lo hacía en cercanías de Carabobo y Rivadavia en un claro e infructuoso intento de querer pertenecer a este lado de la grieta.

A esta altura tengo la leve sospecha de que en esa zona abunda la gente pretenciosa y altanera. El barrio nos miente para pretender ser algo que no es y con esto no exagero para nada. No existe más que una sola plaza que cambia de lugar conforme nos vamos trasladando; la calle Mendez de Andes cruza dos veces la misma avenida; es bastante obvio que Donato y Boyacá no son arterias diferentes, y las chicas lindas que viven en ese sitio seguramente nacieron de este lado de la vía y se mudaron de muy jóvenes. Nosotros tenemos dos líneas de subte y no hacemos tanto alarde por eso.

Algo tenemos que reconocerles; eso si. La magia que nos invade cuando entramos al bar de la calle Seguí y salimos del de la calle Bacacay o esa maravillosa sensación que nos agarra cuando cruzando Plaza Irlanda en diagonal salimos a la esquina de Terrero y Avellaneda. Esas licencias creativas que nos regala el lugar valen lo suficiente como para seguir alimentando la grieta.


lunes, 26 de agosto de 2019

El día que me abandonaron

Hay un período de la vida que fluctúa entre la niñez y la adolescencia, difícil de definir, breve e inquietante. Hablo de esa edad en que ya no sos un niño pero todavía no llegas a ser adolescente, serán los 10 u 11 años, dependiendo del sujeto de estudio. Es una fase de la vida que dura poco, está plagada de contradicciones internas y externas y tiene un punto de partida claro y concreto.

Esta transición empieza el día en que tu vieja te deja solo en la fila del supermercado mientras va a buscar alguna cosa que se olvido de agarrar de las góndolas y finaliza el día en que ya podes quedarte solo en tu casa de noche mientras los adultos no están.

Ese día en que comencé a vivir la pre adolescencia guarda uno de los recuerdos más atemorizantes que me asaltan de noche. No tanto por la escena, diría que lo que me asalta es la sensación de pánico.

Todo pasa muy rápido, casi que no te deja tiempo de pensar. Estás haciendo la cola del supermercado tu madre te mira, duda, aún sos un niño, aún sos frágil e inocente, pero ya podes comunicarte con otros, ya podes pedir ayuda, ya sabes que decir para llegar a tu casa, no debería haber riesgo.

Y vos te quedas, quietito, inmóvil, paralizado por ese abrazo de confianza y sin tener una respuesta a mano. Sabés que ya sos grande, sabés que podes hacerlo, pero el miedo paraliza. No sabes si estás listo para esto pero si sabes que no podés negarte; no podes jugar el papel de cobarde cuando le repetiste más de una vez - Ya soy grande mama! - en alguna situación que lo ameritaba.

Mi madre se fue, dejando delante mío 6 changos repletos y tras de mi una fila interminable de personas indignadas por la larga espera. Dirigí mi vista al frente, totalmente seguro. - No va a pasar nada, puedo con esto.- me dije

Lo más grave que podría pasarme sería llegar adelante y no tener con que pagar todo lo que llevábamos. En ese hipotético caso, podría dejar pasar al changuito que tenía detrás y seguir esperando a que vuelva mi madre, que ya llevaba unos 30 segundos desaparecida.

- ¿Tan importante será eso que se olvidó de agarrar?- pensaba.

Estaba seguro que no era algo fundamental, bien podría haberlo dejado y volver otro día para comprarlo. Rápido y hábil revise nuestro changuito e hice un rápido checklist en mi cabeza.
Está el shampoo, está la pasta de dientes, hay unos cartones de leche, un pollo, algo de fruta, algunos productos de limpieza, papel higiénico.. ¿Que falta?... Reviso de nuevo. Unas gaseosas, yogurt, queso untable, manteca. ¡No falta nada carajo!

La fila avanza y empiezo a notar, para sumar algún problema más a la demora que a esta altura ya era de varios minutos, que si llego hacia adelante y tengo que dejar pasar a alguien no voy a tener donde meter nuestro changuito. En el diminuto espacio entre las cajas solo entra un carro. ¿Como a nadie se le ocurrió que esto podría llegar a pasar? ¿Como es que no diseñaron estos espacios para que uno pueda dejar las compras de costado y dejar pasar al que siga?. La situación me indigna muchisimo. ¡Se supone que estudiaron para esto! - pienso a mis tiernos 11 años y no tolero tanto desinterés; tanta desidia.

Vuelvo a ojear los productos. Estoy seguro de que no falta nada. ¿Que habrá ido a buscar? ¿Como puede hacerme esto? ¿No pensó por un segundo que la situación podría tornarse complicada? ¿Y que pasa si llego hasta adelante?

La fila vuelve a avanzar, ya entré en la linea de cajas, ya no hay retorno, ya no puedo salir de la cola y ponerme detrás ni de costado, mi suerte está totalmente echada.

Empiezo a planear formas de escaparme de la situación. ¿Que pasaría si avanzo y dejó el changuito delante de la caja? .. Miro bien el lugar para encontrar la respuesta. Justo delante de la caja debe haber sensores; para evitar que alguien se vaya y se lleve algo en el bolsillo, si llego a avanzar seguramente va a sonar una alarma, van a venir policías y muchos curiosos. Quizá me lleven a una habitación y me empiecen a hacer preguntas, quizá me incriminen de querer robarme todo un carro de compras y yo no voy a tener con que pagar ni que respuestas darle. ¿Y como va a saber mi mamá que estoy encerrado ahí con una luz gigante apuntándome a la cara y dos o tres tipos mirándome de manera amenazante? ¿Tendrán algún lugar destinado para esto? ¿Si no lo tienen, me llevan a la comisaria?

La situación ya se volvía exasperante. Mi mamá no venía. ¿Como le voy a explicar a los policías que me dejó solo en la caja sin plata para pagar todo esto? . Seguramente van a preguntarme que era eso tan importante que se había olvidado de agarrar y ahi tampoco voy a saber que decirles. Me van a llamar mentiroso; quizá hasta duden de que realmente haya venido con mi madre y crean que soy un huérfano o un raterito de las calles; ¿Como puedo convencerlos de que no es asi y evitarme terminar en un reformatorio de menores?

El tiempo seguía pasando y la cola seguía avanzando. Solo quedaba una persona delante mío.
-Por suerte se compró todo el super - pensaba - Va a tardar un rato largo en pasar todo por la máquina. Ojalá pague con tarjeta, eso siempre demora más las cosas-

Mientras miraba impaciente por sobre mi hombro encontré una nueva respuesta. Hay muchisima cantidad de cajas y muchisima cantidad de personas en cada una. ¿Habrá mirado mi vieja el número de caja? ¿Sabrá en cual estoy? ¿Y si no lo recuerda y está por ahi buscando algún niño con un chango repleto?¿Y que pasa si se olvidó que estaba conmigo, pasó por la caja rápida y ahora está de camino a casa? . No podía descartar ninguna de las posibilidades.

El señor de adelante sube los últimos productos, que para colmo vienen en un pack cerrado y se escanean todos juntos. Paga en efectivo - La puta que los parió - me lamento.

Llego adelante, la cajera me mira desconcertada, ella tiene tanto miedo como yo. Esta aterrada de pasar y empaquetar todas estas cosas. Sabe que no voy a poder pagarle y todo esto va a traer consecuencias. Alcanzo a mirar a la gente que está detrás mío, ellos también perciben que algo no anda bien. Todo el trámite con la policía que vendrá a detenerme va a demorar mucho tiempo y van a perderse la tarde oficiando de testigos. Algunos están a tiempo de cambiarse a otra caja, que aunque tiene una fila interminable no tiene un ladrón en potencia parado adelante de todo con una cara de miedo insoportable.

La cajera me sonríe. Está por levantar el teléfono rojo ese que tiene al lado del monitor. Va a llamar a alguien. Ya puedo imaginarme como sigue la película. Se viene el interrogatorio, las miradas, la situaciones confusas. Miro de nuevo hacia atrás. Mi mamá no esta, no aparece. Estoy en el punto crítico. Es el momento límite. La señora que tengo detrás ya está harta de esperar y quiere que todo esto termine; de ser posible que me tiren al piso, me esposen y me den un par de patadas por atrevido, por haberle hecho perder el tiempo. Por otro lado, si no hay quien pague, lo que estuvimos haciendo es algo parecido a colarse; y todos disfrutan cuando al colón lo sacan de la fila y lo retan. Lo vivo a diario en la cola del recreo cuando voy a comprarme un alfajor.

Miro nuevamente hacia adelante. Me miran y me sonríen de nuevo. ¿Vos no vivis por el cementerio de Flores? - me pregunta la chica. - ¿No vas al cole que esta en Carabobo y Avenida del trabajo?. El alma me vuelve al cuerpo. Respiro aliviado. ya desaparece el nudo en la garganta y las ganas de llorar a gritos que me venían. Tuve suerte. La cajera entendió todo, me dejó pasar con el carrito y dejarlo adelante. No sonó ninguna alarma; calculo que la desactivó con algún boton secreto que tiene al lado de la computadora.

Pasaron 4 personas y mi madre apareció con una crema de afeitar en la mano y cara de sorpresa. De camino a casa le recriminé todo. Si no fuera porque la cajera era conocida hoy estaría en una comisaría y ella lamentándose.





sábado, 22 de junio de 2019

Como componer una canción

Cuando tenía diecisiete años solo dos cosas pasaban por mi cabeza: la música y las minas. Tenia bastante claro que si triunfaba en una podía triunfar en la otra y no hace falta que les aclare cual es cual. Pasaba mucho tiempo escuchando discos en un viejo mini componente que tenían mis viejos en el living. Pasaba de León Gieco a Soda Stereo, Los Rodriguez y Joaquín Sabina. Repetía una y otra vez las mismas canciones mientras planeaba de que manera triunfar en la industria de la música.

Lo que más anhelaba era componer una de esas canciones que te erizan los pelos del brazo y hacen que las chicas suspiren. Tenía ese norte y batallaba inutilmente para alcanzarlo. Yo no quería cantar bien ni ser un guitarrista memorable, mi sueño era componer Petalo de Sal, Aves de Paso o Cerca de la Revolución y para lograrlo le dedicaba horas y horas a la guitarra, la birome y el papel. Era frustrante; después de todo un fin de semana exprimiendome la cabeza solo lograba una repugnante versión de un tema de otro autor. La escasez de recursos me obligaban a tomar una secuencia de acordes conocida e intentar una nueva letra y terminaba componiendo horripilantes versiones de El Salmón o Persiana Americana que me daba vergüenza compartir. Pasadas las horas lo único que había conseguido eran un montón de bollos de papel en el tacho de basura, un par de cuerdas desafinadas y la desazón de no haber estado a la altura de lo que mi ego pretendía.

Todo cambió una noche. LA noche. Recuerdo que me quede dormido vestido, con mi block de notas y una bic en los brazos. En el sueño estaba sentado en el banco del colegio, solo, con mi guitarra, un par de lapiceras y un montón de hojas a4 cuadriculadas.

El primero en entrar fue Fito, se acomodó a mi derecha y sacó un atado de cigarrillos del saco. Tenía la melena enmarañada y vestía desprolijo. Pude ver como le brillaban los ojos detrás de los lentes redonditos que acostumbra usar cuando por la puerta del salón entró, prolijamente vestido y con un bombín negro, Joaquín Sabina. Se sentó delante mío, apoyó el bombín sobre mi escritorio y me sonrió.

 - Que pasa Chaval! Que careto traes! Que estamos aquí para ayudarte, no te jode?

No terminé de salir de mi asombro cuando atravesó la puerta Cerati

- Traje un amigo, espero que no les moleste - nos dijo - y tras de el entro el Flaco Spinetta con unos lentes violetas y una sonrisa llena de paz.

- Que placer verlos! - dijo con voz aguda y serena dirijiendose a Fito y Sabina.

Mientras se acomodaban escuchamos un portazo y debajo de un sombrero tejano bastante particular aparecieron los rulos de Calamaro, que venía con unos lentes Ray Ban, un termo y un mate de cuero.

- Lo tuve que convencer - dijo señalando a León Gieco que venía detrás.

Se cebó un mate, se acomodó el ala del sombrero y me miró.

- Que paso, ah?, que estas naufragando en hojas en blanco - me dijo y saludó de lejos a Sabina que estaba prendiendo un cigarrillo.

- Bueno. Digo. Creo que estamos todos- dijo Fito mientras revoleaba las manos haciendo ademanes.

- Que iban a empezar sin mi?-

Esa voz crujiente e inconfundible es la de Charly, pensé. Me volteé a mirarlo y antes de que pudiera decir una palabra soltó un "Say no More", se sentó y cruzó las piernas.

- Cual es tu problema? - me preguntó Cerati mirándome a los ojos

Titubeé un segundo, tratando de ordenar los hechos en mi cabeza y buscando la respuesta más inteligente que pudiera darles.

- Es que no me sale nada- le dije- Yo quiero componer como ustedes y no me sale-

Charly dió un golpe en la mesa, sacó un aerosol del bolsillo de su saco, pintó un garabato en la pared y me miro con ojos desorbitados.

- Esto de jugar al pobrecito no sirve para una mierda - dijo - Empezá a tocar. Queremos ver que tenés-
Empecé a transpirar, estaba tenso, nervioso. Todos ellos mirándome, esperando algo de mi que yo no podía darles.

- Es que no tengo nada que mostrar- Les dije temeroso de que me devolvieran unos insultos.

Se miraron con desconcierto. León se empezó a reir y Sabina prendió otro cigarrillo.

- Asi es muy difícil. mmm. que podamos ayudarte .. eh.. Tenés que empezar con algo- me sugirió Calamaro.

- Empezá por la letra, calculo que es más fácil así- dijo Cerati.

- Ese es tu método- le respondió Fito - No hay que tener método, hay que ser más espontáneo. El talento sale de otro lugar. Primero empezá a tocar y a jugar y ahi vas a tener algo - me dijo mientras se acomodaba el pelo

- Chavales. Cada cual tiene su forma. Dejad que el crío empiece por donde le de la gana - les dijo Sabina.

- Vos porque sos medio desprolijo Joaquín- le dijo Spinetta - Mira pibe, lo importante es que encuentres tu forma y que escribas con el corazón -

- Mis cojones!- gritó Sabina

- Que escriba con la polla también, no te jode? -

Empezaron a discutir entre todos. Cada cual tenía su librito. Todos sabían por donde empezar una canción. Todos menos yo, que estaba perplejo y confundido. Intercambiaban experiencias y se chicaneaban unos a otros. Que "Tus letras no me dicen nada" o "Siempre usas rimas boludas" y "Cantás como una mina". La situación se volvía tensa y yo, que trataba de captar algo que pudiera servirme, movía la cabeza de un lado a otro como un espectador en un partido de tenis.

- Por ahí es mejor que nos vayamos, eh - dijo Calamaro - Otro día cuando tengas algo volvemos y nos lo mostras y listo -

- Empezá por una canción y traela, no importa que no te guste- me dijo León

-Eh tu ! Pero no la escribas en ningún sitio y no se la muestres a nadie - Agregó Sabina - Queremos ese privilegio -

Desperté más confundido de lo que me había acostado; pero feliz, ya que ahora, por fin, tenía una misión, un objetivo. Era claro. Necesitaba escribir una buena canción para mostrarles y ellos se encargarían del resto. Ellos le iban a dar el toque necesario para que sea una obra maestra. Voy a aprender, pensaba. Me van a decir cual es su secreto.

Estuve días y días intentando e intentando. Buscando secuencias de acordes y melodías vocales. A veces empezaba escribiendo un soneto o un par de versos y trataba de cantarlos; pero la tarea se volvió más difícil de lo que esperaba. Estaba muy presionado, tenía demasiadas distracciones y cada vez que sentía que estaba sobre la pista mis viejos me llamaban para que baje a comer o se hacía la hora de ir a la escuela. A veces, en el momento en que los engranajes empezaban a moverse, se hacía demasiado tarde para hacer ruido y mis viejos me gritaban para que me fuera a dormir y deje de hacer tanto quilombo.

Fue ahí cuando tuve la idea más maravillosa. Podía componer en mis sueños, donde no había límite de tiempo y el ruido no era un problema. Luego, al despertar, solo tenía que practicar una vez lo que había escrito y asunto resuelto. No fue hasta la tercera noche que conseguí componer mi primera canción. En mi sueño estuve 6 horas retocando letra, melodía y armonía. Corregía una y otra y otra vez. Iba buscando adjetivos, variaciones de acordes, graves y agudos, expresiones. Incluso trataba de robarles recursos a todos. Buscaba rimar algunas frases como Calamaro, usar metáforas como Sabina, tener frescura como Fito o Frasear como León.

Cuando desperté todavía tenía la sonrisa pintada de oreja a oreja. No solo había escrito mi primera canción si no que había logrado una obra maestra, tenia una de esas canciones que valen millones, una de esas que se vuelven un himno popular y se cantan en las canchas. Estaba realmente satisfecho. Había compuesto una canción maravillosa  No tuve tiempo de tocarla durante todo el día, así que solo la practique en un nuevo sueño. Era fantástica y cada vez que la tocaba sonaba mejor. El trabajo estaba hecho, incluso pensé en no mostrársela a ellos. Supuse, en un pequeño acto de arrogancia, que si la retocaban podrían arruinarla. Desafortunadamente la noche siguiente volví a soñar con el aula, los pupitres, la guitarra, la birome, el papel y los compositores. Todos me miraban en silencio. No volaba una mosca.

 - ¿Y pibe? - me dijo Spinetta

No pude sostenerle la mirada y opté por poner los ojos en un rincón del aula.

 - ¿Trajiste algo che?- agregó Fito

 - Si traje, pero no estoy seguro de querer mostrarla - les respondí

Hubo un murmullo generalizado. Algunos parecían molestos por la pérdida de tiempo; otros como Spinetta o Cerati buscaban animarme con dulces palabras de aliento.

- ¡Animate dale!. Tenemos ganas de escucharte - dijo Luis

 - Dale que estamos ansiosos- retrucó León.

 Agarré por fin la guitarra y empecé a cantar mi canción. Desde un principio logré cautivar su atención. Verso a verso que iba soltando generaba cambios en los rostros de todos. Al llegar el estribillo noté como algunos movían la cabeza con gesto de aprobación mientras otros no podían sacarse el gesto de asombro de la cara. Incluso antes de terminar la última estrofa pude ver una sonrisa clavada en la cara de Charly y como Fito le apretaba el hombro señalándole que era normal su emoción.

 -Bueno. Que... ¿que les pareció? - les pregunté, sabiendo de ante mano la respuesta.

Fito se sacudió el pelo y empezó a reír. Hizo unos ademanes con los brazos y soltó un aplauso mientras se reclinaba sobre el asiento. León y Charly me miraban perplejos. Cerati incluso comentó que tenía que grabar ese tema urgente, que tenía mucho potencial. Spinetta se secó unas lágrimas y comentó que mi canción lo había emocionado.

- Bueno. Ah. Creo que no tenemos nada que hacer nosotros.- dijo Calamaro

- Sin duda Andrés,. Creo que Él ya lo hizo todo - añadió Cerati entre risas

- Me parece que si te decimos algo va a ser perjudicial - agregó Fito.

- Para mi pibe, es una maravilla - dijo Spinetta mientras sonreía.

Uno a uno se fueron yendo del aula. Yo me quedé paralizado, porque esperaba algo más que elogios. Quería una sugerencia, una corrección, algo. Necesitaba que me aporten cosas significativas para poder nutrirme de ellos, para aprender y que no haya sido solo un acto de suerte, pero no fue así. Abandonaron el aula entre risas.

Cuando casi todos estaban afuera, Sabina se me sentó delante y me miro a los ojos; sacó un atado de cigarrillos y empezó a fumar. Una a una las voces de los otros se fueron apagando y cuando estuvo completamente seguro de que nadie podría oírlo me miro y dijo

- Tío, quiero que toques esa canción de vuelta para mi -

- ¿Otra vez? - le pregunté tembloroso.

- ¡Venga chaval!  Que no tengo tanto tiempo, coge la guitarra y vuelve a tocarla-

Le hice caso y toque mi canción de vuelta. Me pareció que sonó mejor incluso que la primera vez. Era mágica, tenía todo lo necesario para ser un éxito.

- Vale. Que es muy buena. Sabrás que yo hago canciones desde hace muchos años y no creo haber hecho una como esta - me dijo

El halago hizo que me ruborice. Sabina no lo sabía, pero de todos los músicos que había conocido ese día, el me parecía el mejor y mas completo componiendo canciones y sin duda era mi mayor fuente de inspiración. Me miro de nuevo a los ojos, se colocó el bombín y antes de irse lanzó una frase.

- Que pena me da. Porque la verdad es que, además, tienes bonita voz -

Cuando me desperté recordé todo el sueño. Podía recordar todo lo que había vivido, las conversaciones, los personajes, los movimientos, los sentimientos que había tenido. Todo menos mi canción. Hice un esfuerzo para traerla de vuelta pero fue inútil. Agarré la guitarra desesperado y traté de interpretarla pero no pude más que hacer otra de esas horribles versiones de canciones ya escritas. Se me había ido de la cabeza. No recordaba la melodía ni la letra ni nada. Ni siquiera pude retener el título. Entré en desesperación; había perdido lo más importante que iba a pasarme en la vida. Se me había ido de las manos. Estuve días enteros llorando a escondidas. Llorando de rabia, de impotencia. Como pude ser tan estúpido? Como no la pase al papel la noche después de componerla?. Durante varias noches trate de re escribirla en mis sueños pero tampoco me fue posible. No lograba hilvanar dos frases conmovedoras ni acertarle a unos acordes que me cautivaran. No me era posible volver a escribir esa canción ni ninguna otra que se le pareciera. Finalmente y después de destruir mi guitarra contra la pared caí en la cuenta de que nunca podría ser un compositor como todos aquellos que había visto.

Para calmar mis penas tomé todos mis ahorros y fui a una tienda de discos, necesitaba llenar el vacío con música. Empecé a revolver las estanterías y ver con nostalgia todas esas maravillosas grabaciones que me habían inspirado. Me encontré con que Sabina había sacado un disco nuevo, el primero desde que tuvo su problema de salud, y no dude en comprarlo. Llegué a mi casa, lo puse en el mini componente y me recosté en el sillón.

Entré en cólera al escucharlo. Estaba ahí, pude reconocerla, pude recordarla. En el track 3 iba mi canción, cantada por él y con algunas correcciones menores, pero era mi canción con su nombre en los créditos. ¡Que gallego hijo de puta!.