lunes, 23 de septiembre de 2013

Frases hechas

Hay algunos refranes o frases repetidas que no entiendo. No comprendo cual es el significado actual que tienen, y aunque me quieran explicar que se usa porque hace quien sabe cuanto tiempo atrás significaba otra cosa, no le veo sentido a seguirlos empleando.
Quiero decir, ¿que chiste tiene el repetir una "frase hecha" que no tiene sentido solo para hacer marcar una idea o reforzar un concepto que podríamos decir más explícitamente?

"Está perdido como turco en la neblina"
"No tengo pelos en la lengua"
"Vos querés la chancha y los veinte"
"Se le fueron al humo"

Podría seguir enumerándolas, pero creo que con estas alcanza y sobra para entender adonde estoy yendo. La mayoría no tienen un sentido aparente más que el que le damos los que las usamos habitualmente, aunque no sepamos bien el por que de esto. Esto me enfurece bastante -si, como sabrán tengo baja tolerancia a ciertas cosas-.
¿Para que las usamos?¿No es más facil decir "Vos queres tener todo" en lugar de citar a la pobre chancha y sus veinte chanchitos?¿Un turco se pierde en la neblina más que un albano o un bengalí? Y si "Turco" ya no significa "Ebrio" como significaba hace tiempo ¿Con que razón continuamos dándole entidad a esa frase?

Algunas de ellas son incomprensibles, por ejemplo: alguien que va al frente y dice lo que piensa es alguien que "No tiene pelos en la lengua" tenga o no tenga sentido esta frase, esta en el saber colectivo que ese es el significado que tiene y le damos. Yo nunca vi a nadie que tenga una lengua peluda y calculo que ustedes tampoco. Es contra natura, y no es por esto que la frase se usa, seguramente tendrá algun significado o historia oculta que la justifica.

Otros tienen alguna raiz antigua. Por ejemplo: sabemos que el termino "Irse al humo" viene de la época de las conquistas patagónicas argentinas. Durante el exterminio que perpetuaron los Rauchs y los Rocas sobre los pueblos originarios, la única oportunidad que estos últimos encontraban para poder derrotar a las tropas nacionales era la de atacar mientras la humareda del fusil enturbiaba la vista. Los Ranqueles sabían que durante ese escaso período de tiempo, los tiradores recargaban sus armas manualmente -todavía no existían los rifles automáticos- y ellos podían cabalgar velozmente para tomarlos desprotegidos. De ahi viene. "Se le fueron al humo" como sinónimo de atacar a alguien o avalanzarse sobre alguien de manera repentina.
¿No lo sabías?. Todos los días se aprende algo.
Ahora bien. ¿Que sentido tienen hoy esas frases?. Ninguno.

¿Por que se nos fija el concepto de estas frases si no entendemos el verdadero sentido que tienen?
Es por repetición. Por la construcción colectiva del lenguaje. Las palabras y las frases cobran sentido y toman significado por el uso masivo, por la colectivización y no -y muy a mi pesar- por el sentido real que tengan o por la intelectualización y el análisis que se pueda hacer de su raiz semántica, en el sentido más ortodoxo del idioma.
Es por esa estúpida cualidad humana de reirse del chiste que no entendemos si todos se están riendo. Como el caso de los elefantes que se estan bañando y a uno se le cae el jabón. ¡Por favor! Que manera de arruinar la vida de los adolescentes.


Distinto es el caso de los refranes que aluden a escenas cómicas, absurdas o imposibles del vivir cotidiano. Esos refranes a mi me gustan particularmente por el escenario inesperado -aunque pierde repentizacion con el uso y reuso- y por lo absurdo de la comparación.
"En casa de herrero, cuchillo de palo" es el ejemplo más claro e ilustrativo.


Sera otro día y no hoy, cuando hablaremos de aquellas frases que nos colman la paciencia y quisieramos eliminar de nuestro lenguaje y de los cerebros ajenos. Aquellas que nos irritan y parecieran haber venido para quedarse. Como una horrible tortura a nuestro idioma. Y digo que será otro día porque el solo pensarlas, me genera un odio tan grande que no me permite seguir escribiendo.

¿Sabes a cuales me refiero? No, manzana.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Pelotuderías

Sin revisar el diccionario ni entrar a la web de la RAE puedo afirmar categóricamente que, muy a mi pesar, no existe en nuestro precioso idioma la palabra "Pelotudería". Error. Gravísimo error. Vacío legal de nuestro lenguaje.

Definámoslo entonces:

Pelotudería : s. comercio o bazar donde se compran pelotudeces.

Y ya que estamos, mal podríamos inteligir ese concepto sin definir este otro

Pelotudez : objeto innecesario, sin un uso concreto o evitable de ser adquirido.

Bien. Ahora que sabemos de que hablamos, podemos entender que es una pelotudería. Son aquellos bazares que encontramos por toda la ciudad donde se compran desde manteles individuales hasta adornos de escritorio, pasando por linternas que jamás utilizamos, floreros llamativos, tentadores juegos de mesa que no nos divierten, lapiceros extraños, vasos que se rompen facilmente, cubiertos con escudos de equipos de fútbol, insulsos porta retratos con marco de madera, punteros láser, sombreros que nos avergonzaría usar, biromes con felpudas pelotitas en la punta y cuadernillos A5 que nadie sabe para que sirven.

¿Para qué podría alguien querer estos objetos?

No se me ocurre una respuesta sensata. Son cosas que siempre, sin excepción, terminamos desechando o dejando tiradas en algún rincón de nuestra casa. Son objetos inútiles, en su gran mayoría. Nadie los necesita, nadie les da un uso concreto.

Pausa. Pienso.

¿Iría yo a comprar algo de esto directamente?. Está claro que no. Son cosas que compramos porque nos sorprendemos con ellas mientras buscamos otra cosa.

Ejemplo: entro a uno de estos locales en busca de una birome, doy algunas vueltas, miro las estanterías y anaqueles, y salgo con un cenicero, un mate de goma de esos que se dan vuelta, un florerito de plástico blando, un kit de maquillaje y un paquete de pilas AA. Y claro, sin la birome.

 En definitiva, son pelotudeces. Al igual que todos esos recuerdos de vacaciones que uno se trae de los viajes. Rdo. de Mar Chiquita dice un caracol pegado a un pedazo de madera. Uno no va a una tienda de recuerdos buscando precisamente eso. Uno está de paseo, se encuentra con esa pelotudez y la compra, vaya uno a saber movilizado por que impulso consumista, imaginando encontrarle algún destinatario al regresar a su casa.


Yo. Masculino, 25 años, recientemente recibido y ansioso por quemar mi sueldo en cerveza y rock and roll, no imagino ninguna situación que amerite ingresar a una pelotudería mientras repaso las vidrieras de ropa e instrumentos musicales.

Mi papa. Masculino, 57 años, dueño de una pequeña empresa y ansioso por gastar su dinero en viajes al exterior y vinos de alta gama, tampoco imagina eso.

Mi hermano. Masculino, 21 años, estudiante de una universidad pública, ansioso por gastar su dinero en botines nuevos y camisas con onda para salir a bolichear, tiene la misma reflexión.

¿Para quienes existen entonces las pelotuderías? ¿Quien es el público de estos comercios?.

No quiero sonar machista, por eso me ahorro la evidente respuesta de este interrogante y paso a la siguiente pregunta:

¿Para que compran todas estas pelotudeces?¿Son realmente adictas al consumo innecesario?¿ Sera una de las tantas formas que tiene el sistema de mantenerse vivo y rodando?¿Son responsables del crecimiento absurdo de las industrias chinas?

Igual. Saben que las queremos, no?.