lunes, 26 de agosto de 2019

El día que me abandonaron

Hay un período de la vida que fluctúa entre la niñez y la adolescencia, difícil de definir, breve e inquietante. Hablo de esa edad en que ya no sos un niño pero todavía no llegas a ser adolescente, serán los 10 u 11 años, dependiendo del sujeto de estudio. Es una fase de la vida que dura poco, está plagada de contradicciones internas y externas y tiene un punto de partida claro y concreto.

Esta transición empieza el día en que tu vieja te deja solo en la fila del supermercado mientras va a buscar alguna cosa que se olvido de agarrar de las góndolas y finaliza el día en que ya podes quedarte solo en tu casa de noche mientras los adultos no están.

Ese día en que comencé a vivir la pre adolescencia guarda uno de los recuerdos más atemorizantes que me asaltan de noche. No tanto por la escena, diría que lo que me asalta es la sensación de pánico.

Todo pasa muy rápido, casi que no te deja tiempo de pensar. Estás haciendo la cola del supermercado tu madre te mira, duda, aún sos un niño, aún sos frágil e inocente, pero ya podes comunicarte con otros, ya podes pedir ayuda, ya sabes que decir para llegar a tu casa, no debería haber riesgo.

Y vos te quedas, quietito, inmóvil, paralizado por ese abrazo de confianza y sin tener una respuesta a mano. Sabés que ya sos grande, sabés que podes hacerlo, pero el miedo paraliza. No sabes si estás listo para esto pero si sabes que no podés negarte; no podes jugar el papel de cobarde cuando le repetiste más de una vez - Ya soy grande mama! - en alguna situación que lo ameritaba.

Mi madre se fue, dejando delante mío 6 changos repletos y tras de mi una fila interminable de personas indignadas por la larga espera. Dirigí mi vista al frente, totalmente seguro. - No va a pasar nada, puedo con esto.- me dije

Lo más grave que podría pasarme sería llegar adelante y no tener con que pagar todo lo que llevábamos. En ese hipotético caso, podría dejar pasar al changuito que tenía detrás y seguir esperando a que vuelva mi madre, que ya llevaba unos 30 segundos desaparecida.

- ¿Tan importante será eso que se olvidó de agarrar?- pensaba.

Estaba seguro que no era algo fundamental, bien podría haberlo dejado y volver otro día para comprarlo. Rápido y hábil revise nuestro changuito e hice un rápido checklist en mi cabeza.
Está el shampoo, está la pasta de dientes, hay unos cartones de leche, un pollo, algo de fruta, algunos productos de limpieza, papel higiénico.. ¿Que falta?... Reviso de nuevo. Unas gaseosas, yogurt, queso untable, manteca. ¡No falta nada carajo!

La fila avanza y empiezo a notar, para sumar algún problema más a la demora que a esta altura ya era de varios minutos, que si llego hacia adelante y tengo que dejar pasar a alguien no voy a tener donde meter nuestro changuito. En el diminuto espacio entre las cajas solo entra un carro. ¿Como a nadie se le ocurrió que esto podría llegar a pasar? ¿Como es que no diseñaron estos espacios para que uno pueda dejar las compras de costado y dejar pasar al que siga?. La situación me indigna muchisimo. ¡Se supone que estudiaron para esto! - pienso a mis tiernos 11 años y no tolero tanto desinterés; tanta desidia.

Vuelvo a ojear los productos. Estoy seguro de que no falta nada. ¿Que habrá ido a buscar? ¿Como puede hacerme esto? ¿No pensó por un segundo que la situación podría tornarse complicada? ¿Y que pasa si llego hasta adelante?

La fila vuelve a avanzar, ya entré en la linea de cajas, ya no hay retorno, ya no puedo salir de la cola y ponerme detrás ni de costado, mi suerte está totalmente echada.

Empiezo a planear formas de escaparme de la situación. ¿Que pasaría si avanzo y dejó el changuito delante de la caja? .. Miro bien el lugar para encontrar la respuesta. Justo delante de la caja debe haber sensores; para evitar que alguien se vaya y se lleve algo en el bolsillo, si llego a avanzar seguramente va a sonar una alarma, van a venir policías y muchos curiosos. Quizá me lleven a una habitación y me empiecen a hacer preguntas, quizá me incriminen de querer robarme todo un carro de compras y yo no voy a tener con que pagar ni que respuestas darle. ¿Y como va a saber mi mamá que estoy encerrado ahí con una luz gigante apuntándome a la cara y dos o tres tipos mirándome de manera amenazante? ¿Tendrán algún lugar destinado para esto? ¿Si no lo tienen, me llevan a la comisaria?

La situación ya se volvía exasperante. Mi mamá no venía. ¿Como le voy a explicar a los policías que me dejó solo en la caja sin plata para pagar todo esto? . Seguramente van a preguntarme que era eso tan importante que se había olvidado de agarrar y ahi tampoco voy a saber que decirles. Me van a llamar mentiroso; quizá hasta duden de que realmente haya venido con mi madre y crean que soy un huérfano o un raterito de las calles; ¿Como puedo convencerlos de que no es asi y evitarme terminar en un reformatorio de menores?

El tiempo seguía pasando y la cola seguía avanzando. Solo quedaba una persona delante mío.
-Por suerte se compró todo el super - pensaba - Va a tardar un rato largo en pasar todo por la máquina. Ojalá pague con tarjeta, eso siempre demora más las cosas-

Mientras miraba impaciente por sobre mi hombro encontré una nueva respuesta. Hay muchisima cantidad de cajas y muchisima cantidad de personas en cada una. ¿Habrá mirado mi vieja el número de caja? ¿Sabrá en cual estoy? ¿Y si no lo recuerda y está por ahi buscando algún niño con un chango repleto?¿Y que pasa si se olvidó que estaba conmigo, pasó por la caja rápida y ahora está de camino a casa? . No podía descartar ninguna de las posibilidades.

El señor de adelante sube los últimos productos, que para colmo vienen en un pack cerrado y se escanean todos juntos. Paga en efectivo - La puta que los parió - me lamento.

Llego adelante, la cajera me mira desconcertada, ella tiene tanto miedo como yo. Esta aterrada de pasar y empaquetar todas estas cosas. Sabe que no voy a poder pagarle y todo esto va a traer consecuencias. Alcanzo a mirar a la gente que está detrás mío, ellos también perciben que algo no anda bien. Todo el trámite con la policía que vendrá a detenerme va a demorar mucho tiempo y van a perderse la tarde oficiando de testigos. Algunos están a tiempo de cambiarse a otra caja, que aunque tiene una fila interminable no tiene un ladrón en potencia parado adelante de todo con una cara de miedo insoportable.

La cajera me sonríe. Está por levantar el teléfono rojo ese que tiene al lado del monitor. Va a llamar a alguien. Ya puedo imaginarme como sigue la película. Se viene el interrogatorio, las miradas, la situaciones confusas. Miro de nuevo hacia atrás. Mi mamá no esta, no aparece. Estoy en el punto crítico. Es el momento límite. La señora que tengo detrás ya está harta de esperar y quiere que todo esto termine; de ser posible que me tiren al piso, me esposen y me den un par de patadas por atrevido, por haberle hecho perder el tiempo. Por otro lado, si no hay quien pague, lo que estuvimos haciendo es algo parecido a colarse; y todos disfrutan cuando al colón lo sacan de la fila y lo retan. Lo vivo a diario en la cola del recreo cuando voy a comprarme un alfajor.

Miro nuevamente hacia adelante. Me miran y me sonríen de nuevo. ¿Vos no vivis por el cementerio de Flores? - me pregunta la chica. - ¿No vas al cole que esta en Carabobo y Avenida del trabajo?. El alma me vuelve al cuerpo. Respiro aliviado. ya desaparece el nudo en la garganta y las ganas de llorar a gritos que me venían. Tuve suerte. La cajera entendió todo, me dejó pasar con el carrito y dejarlo adelante. No sonó ninguna alarma; calculo que la desactivó con algún boton secreto que tiene al lado de la computadora.

Pasaron 4 personas y mi madre apareció con una crema de afeitar en la mano y cara de sorpresa. De camino a casa le recriminé todo. Si no fuera porque la cajera era conocida hoy estaría en una comisaría y ella lamentándose.





No hay comentarios:

Publicar un comentario