miércoles, 23 de agosto de 2017

El hijo de Zeus

Aquellos que tuvieron el honor de conocerlo afirman que Zeus mantenía el orden natural del universo desde el trono más alto del Olimpo. Controló la tierra durante milenios, impartiendo justicia y terror, como es la costumbre de los Dioses.

Para asegurar un dominio total del actuar de las especies tuvo infinidad de hijos. Asignando a cada uno una cuota de su poder favorecía sus desempeños en detrimento del propio.
Tanto respeto impartía que aún en sus momentos de debilidad, aquellos hijos que lo superaban en destreza mantenían su lealtad, movilizados por el terror impartido desde el inicio de los tiempos.

Zeus, conocedor de las profesías, sabía que de menguar sus fuerzas, sería uno de sus hijos quien lo destronaría, razón por la cual decidía incrementar la cantidad de descendientes para llegado el caso, lograr que ellos mismos controlaran sus odios y rencores.

A pesar de sus esfuerzos fue uno de ellos quien dió el zarpazo, comenzando el ciclo más turbulento de la historia divina. El centésimo hijo de Zeus nació hombre, sin raíz divina ni poderes sobrenaturales. Los más sabios estudiosos de la materia afirman que el último rastro de deidad quedó perdido en su anteúltimo descendiente.

El hombre, tan mortal y frágil como cualquiera de nosotros, nació sin culpas ni temores. Nació para iniciar el ciclo más nefasto de la historia universal, el que todos hoy conocemos como el presente. Desde infante decidió por propia voluntad desobedecer la tradición familiar y atentar contra la idea del mando vertical con innovadores métodos de subversión. Rápidamente se convirtió en el rey de reyes, el padre de todo lo conocido, sin necesidad de demostrar nada a nadie sometió una a una a las especies otrora controladas por su padre. Ningún poder más fabuloso que el de su propia razón y falta de escrúpulos. Ningún poder más grande que la libertad.

Cuando la competencia con su padre fue inevitable planeó asesinarlo utilizando el método más eficaz que se haya conocido. Buscó ignorarlo, perturbarlo desde la indiferencia. Así el hombre que había nacido hijo de Dios eliminó a Dios de la faz de la tierra. No conforme con esto plantó falsas creencias y adoró a nuevas deidades de incomprobables proezas y poderes.

Zeus, en un desesperado grito de dolor y afán de supervivencia, asesinó uno a uno a sus hermanos, hijos y progenitores. Momentos antes de que el hombre lo matara destruyó el Olimpo y abandonó el universo conocido, dejando nuestro gobierno en nuestras propias manos.

Desde entonces la carrera del hombre sobre la tierra consiste en repetir aquella primera hazaña. La subversión, la rebeldía, las revoluciones. Este acto da inicio a un centenar de revueltas históricas libradas en los últimos dos milenios, sostenidas hasta el día de hoy por aquel inicial impulso parricida.


El hombre nació hijo de Dios con el único propósito de matarlo. Todas y cada una de las veces que el propio hombre se sintió sometido decidió truncar los planes opresores como aquella vez, en que para garantizar su propio bienestar, destronó a quien le había dado la vida. Esclavo, hijo, obrero, sometido. El hombre reina porque a rey muerto, rey puesto. El hombre reina porque nació para controlar y no para ser controlado. El hombre reina porque no permitió ni permite que nadie, ni siquiera otro hombre, controle lo que Zeus no pudo.

"El Hijo de Zeus" Zorro 2017