lunes, 9 de mayo de 2016

El regreso madurativo

"...Junto a otros pájaros que aman la vida
y la construyen con el trabajo.
Arde la leña, harina y barro.
Lo cotidiano se vuelve mágico."

Como pájaros en el aire.


Después de mucho pensar un buen comienzo para este posteo, me incliné por esa frase, aunque bien podría haberme inclinado por esta otra, menos sensible quizá pero igualmente descriptiva para lo que pienso decir:


"...Creo que es mejor,
que me cosas el botón,
que me seques el pelo,
con un viejo pantalón."


Con Elvira es otra cosa.


Calculo que la mitad de ustedes tendrán un gesto de incertidumbre, otro tanto levantará una ceja con curiosidad y hasta algunos, quizá, hayan cerrado esta ventana creyendo que lo que iban a leer era una completa pelotudez. Bien, esto último no voy a negarlo; es probable que lo que vaya a escribir sea una pelotudez, asi que les ahorro tiempo y les comento que no me ofende que cierren la ventana.

¿Que tienen en común estas dos frases de canciones?

A los 16 me parecían geniales, a los 22 me parecían estúpidas y a los 28 me vuelven a parecer geniales. Sobre esto quiero hablar hoy. Sobre ese regreso madurativo, ese revival que tenemos a determinada edad y nos trae hacia nuevos viejos esquemas de pensamiento o reflexión.

Puedo citar más ejemplos, claro que si: A los 14 te avergonzaba emborracharte, a los 18 te enorgullecía y a los 28 te vuelve a avergonzar.

¿Más? A los 14 te gustaba Dragon Ball Z, a los 22 te parecía medio boludo mirar dibujitos, a los 28 los enganchas en un zapping y los dejás.

Todo esto se me cruzó por la cabeza mientras releía la letra de una canción que escribí a los 18 años. En ese entonces me parecía una genialidad; sentía que estaba frente a una obra maestra, a los 24 dejé de cantarla y empezó a parecerme una tontería, simplona y vacía de contenido, a los 28 me encuentro cantándola en la ducha y disfrutando de esos versos crudos, sensibles y contundentes. 

¿Que nos pasa?¿Involucionamos?

No creo. Creo que con los años logramos cambiar, y esto quizá si tenga que ver con un progreso madurativo, los valores por los que se rigen nuestro ser. Valores, en tanto esquema ético y moral y valores también en tanto cuantificación que le damos a lo sensible, a lo intangible, a lo directo.

En algún punto temprano de mi adolescencia el Indio Solari me parecía un viejo encriptado que buscaba maquillar un mensaje claro y directo con rebusques y eufemismos que lo hicieran parecer refinado, inteligente e indecifrable. Entrado el desenfreno juvenil, la exploción hormonal y el descubrimiento de todo aquello que esté prohibido reflexioné y empece a considerarlo un autor maravilloso, refinado, inteligente e indescifrable, prolijamente críptico que huía de la simpleza que achata el pensamiento para trasmitir su verdad o su mensaje; negro, cruel y violento, en el lenguaje oscurantista que se merece. Hoy ni me va ni me viene, y si tengo que ser sincero, prefiero escuchar con naturalidad a Pappo recitarme la misma situación en un código lingüístico que todos entienden, y sobre todo, los protagonistas de las historias. 

Me llamarán simplón, son bienvenidos.

¿Si la simplificación es un paso posterior a la complejización? No podría afirmarlo, aunque puedo reflexionar en esos caminos cuando pienso la cantidad de aderezos que le ponía al pancho a los 20 años y como hoy solo le pongo mayonesa.

Creo que es algo natural, vamos creciendo, nos vamos complejizando en todos los aspectos, no tanto en los significados o en los mensajes, creo que no complejizamos en la formas y en el lenguaje, admiramos la complejidad porque la consideramos superior, la absorbemos como algo de difícil intelectualización hasta tal punto de admirar e idolatrar aquello que no conocemos, no entendemos o nos cuesta definir. El siguiente paso madurativo es desenredar todo esto y volver a la simpleza, la contundencia, aquello que nos hace sentir parte, observador, mensaje, protagonista y mensajero.

Hoy, personalmente, disfruto de como un mensaje puede ser trasmitido con simpleza, con humildad, disfruto de los aforismos que me da todo aquello que me rodea, la contundencia de describir situaciones con pocas palabras, lo maravilloso de los sabores por si mismos sin tener que mezclarlos o aderezarlos - ¿No es rico el choripan asi como esta?¿Hace falta ponerle chimi churri?. - disfruto de los chistes tontos y cortos, me atrapan las comedias románticas, me voy a dormir si tengo sueño; libre de culpas. Gozamos la simpleza, en la música, en el cine, en la gastronomía, en todo.

Ojo. Ya veo por donde viene la respuesta. También se disfruta la complejidad, se disfruta todo aquello que se disfrutaba en la adolescencia culposa y estreñida, pero no se considera mejor ni más elevada, ni más importante; se la considera distinta y ya, con eso se explica todo. Porque madurar quizá no sea complejizarse ni simplificarse, madurar es dejar de poner cepos y trabas, dejar de dejar de lado; madurar es aprender que todo es digno de ser y en similar escala; escuchar a Calamaro y mirar una película de Woody Allen; comer Sushi con Fernet con Coca; dejar de ponerle Chimi al choripán y escuchar a Julio Sosa recitar La Cumparsita.