miércoles, 1 de junio de 2011

En la ciudad de la furia

Decía una canción de Soda Stereo

Me veras caer
Por la ciudad de la furia
Donde nadie sabe de mi
Y yo soy parte de todos..

Somos parte de la ciudad de la furia.
Aun siendo individuos autónomos, entes diferentes, con nuestra propia razón de ser, nuestras propias ideas y formas de actuar, nuestras creencias y costumbres, aun con nuestra identidad individual y absolutamente personal, somos parte de la identidad colectiva e impersonal que la ciudad tiene.

Una ciudad inmensa como Buenos Aires tiene una infinidad de submundos, subrealidades, subesquemas, subciudades, que están dadas por la identidad colectiva de los barrios, las clases sociales, los oficios, las religiones, los pequeños grupos de pertenencia, etc.

Daré solo algunas descripciones, que sirvan como ejemplo testigo de que nuestra identidad colectiva se construye de otras pequeñas identidades colectivas, que a su vez, se construyen de otras pequeñas identidades colectivas, que son construidas por nuestras identidades individuales.

El topico comun de hoy, es el transito de la ciudad. Siempre me llamo la atencion que nuestra identidad colectiva a la hora de manejar, tenga como patron y espejo de referencia, tres pequeños grupos de pertenencia que solo representan una ínfima porcion del total de los conductores.
Es extraño pensar que 8 de cada 10 vehiculos de la ciudad son autos particulares y aun asi, en por lo menos la mitad de los accidentes de transito , estan involucrados alguno de los tres subgrupos que voy a describir.

Uno de estos pequeños grupos con características diferentes que hacen a nuestra identidad colectiva son, valga la anti semántica redundancia, los colectiveros.
Quizá sea que yo les tengo una especie de odio particular, francamente no lo se ni me importa, pero siempre pienso que los colectiveros son de los que peor manejan dentro de la ciudad.
Este comportamiento es extraño dado a que son profesionales del manejo, a que llevan sobre su responsabilidad vidas ajenas, que tienen un vehículo de un tamaño mayor a la media y por esto deben tener mas reparos, y por sobre todas las cosas, que pasan horas y horas en la calle.
Te encierran, quieren pasar por lugares donde evidentemente no entran, obvian el uso de las luces, y en su lenguaje particular, basta con sacar tres dedos por la ventanilla para cruzar todo su aparataje de un carril a otro.

Nunca entiendo porque manejan por el carril del medio si tienen que frenarse sobre el cordón cada dos cuadras, parece irrisorio, una falta de consideracion brutal.
Hace algunos años atrás, cuando todavía tenían que pasar los cambios, dar el vuelto, cortar el boleto y cerrar las puertas con una manivela, era entendible que estuvieran desatentos. Pero ahora que tienen caja automática, la maquina expendedora de boletos funciona sola y las puertas se abren con un sistema hidráulico, esto parece no tener sentido.
Lo peor que encuentro en los colectiveros, es su falta de respeto a los autos de pequeño porte. Pareciera que se mofan de tu imposibilidad de manejar un carro que no puede estacionarse en ningún lado.

Otro subgrupo especial, causa y participe de infinidades de accidentes, son los motociclistas.
Como si el estar en las antípodas del tamaño los pudiera unir, comparten su ineficiencia y falta de escrúpulos con los colectiveros.
Señores motoqueros: El tener un auto mas pequeño no les permite circular por la banquina, ni entre carriles, ni por el espacio que queda entre la linea blanca y la pared divisoria de la Av. General Paz.
Viajan haciendo Zig-Zag entre vehículos, se aprovechan de que pase una ambulancia para mandarse detrás de ella, circulan sin casco y a menudo con las luces apagadas y para peor de males, te putean y se dan a la fuga velozmente.
Son hijos del rigor. Tuvieron que implementar el retiro de sus motos para que tomaran conciencia de lo importante de usar casco, y aun así, a veces lo utilizan como un protector de codos de lujo.
Vale recalcar, que el casco no solo le salva la vida al motociclista. Su forma de manejar hace que a menudo se encuentren involucrados en accidentes, roces, encerradas, etc. Un motociclista participe de un accidente, si no tiene casco, tiene destino final en Chacarita. Imaginense el trauma que te puede generar si sos el auto que accidentalmente participo también de ese siniestro.

El tercer grupo animal de esta selva de cemento, son los taxistas.
Al margen de su necesidad de encolumnarse uno detrás del otro para andar a 20km/h, entorpeciendo todo el trafico con la falsa ilusión de que aparezcan juntos 4 o 5 transeúntes que los paren en cadena, hay otra cosa que me indigna de ellos.
¿Porque señores taxistas no prenden las luces de noche?
¿Acaso creen que manejar un auto amarillo y negro los exime de accidentes?
Yo comprendo que necesiten de sus pasajeros, pero ¿es necesario frenar de golpe para levantar uno cuando vienen a gran velocidad?¿No podrían acaso frenar paulatinamente mas adelante y pedirle al futuro pasajero que se acerque al taxi?
Difícil es de creer que estos tipos, que también te encierran, te prepotean, se cruzan de carril sin avisar y obvian utilizar el guiño, tengan que rendir un examen distinto para sacar su licencia, que incluso, es mas exigente y riguroso que el del resto de los conductores.

Que la ciudad de la furia ahuyenta a cualquier tipo que quiera ir a trabajar en auto es una realidad, que cada vez mas gente lo haga también lo es.
No se bien cual es la solución. Mi idea siempre fue que debían tener multas mas caras aquellos que manejen un transporte publico, dado que ponen en riesgo sus propias vidas, las vidas de sus pasajeros y las vidas de los pobres tipos como yo, que solo queremos que nos dejen trabajar en paz.

Si usted forma parte de alguno de los anteriormente nombrados, sepa que es parte de la identidad colectiva que mas me rompe la paciencia.
Si usted padece a estos señores y señoras igual que yo, sepa que no esta solo.