sábado, 9 de enero de 2016

Historia vs Verdad


Cada día me convenzo más de que la verdad es un complejo burgués. Así, con esa definición antipática planeo empezar el siguiente texto, esperado y demorado por tanto tiempo.

Creo que "la verdad", como elemento, como rector ético de la vida, está sobre valorada en muchos niveles y ordenes. "Lo importante es decir la verdad" te dicen. Falso, claramente.

 No creo que sea algo tan importante como parece. Primero deberíamos definir si la verdad forma parte del objetivo que se persigue, que es lo verdaderamente importante; cumplir un objetivo. La vida es eso, al fin de cuentas, trazarse objetivos y cumplirlos. La felicidad misma es un objetivo, entendida de esa manera claro está.
¿Y si para llegar a ser feliz es necesario mentir?. Entonces la verdad deja de ser tan importante, no? Muchas veces me encuentro contando historias, anécdotas, relatos y ya no se si son ciertos o no. El tiempo moldea las anécdotas para ponerlas en verdadera dimensión, para hacerlas brillar, porque para eso sirven al fin de cuentas, para amenizar una reunión o un asado.
¿Es tan importante que eso haya pasado o no?
Lo verdaderamente importante es que nos haga reir, nos confunda en el disfrute de una situación hilarante con un final inesperado, no importa el camino, no interesa demasiado, lo importante en ese caso - y en muchos otros- es el fin.

Es un cliché de todo grupo de amigos el reunirse a comer un asado, tomar un vino y repetir las mismas historias de siempre, una y otra y otra y otra y otra y otra vez. Siempre las mismas situaciones, siempre la comodidad de lo conocido. "Te acordas la vez que...?".
Y si hiciéramos un repaso de archivos y fueramos a las fuentes caeríamos en la conclusión de que las historias mutan levemente con el tiempo, lo hacen tan despacio que casi no lo notamos. Buscan, aliadas a la exageración, alcanzar el nivel óptimo para nunca aburrirnos. Las anécdotas logran eternizarse y nunca caer en desgracia, gracias a que las vamos exagerando constantemente, a que le vamos agregando detalles que las engorden y las pongan a punto caramelo para divertirnos.

No nos importa que quince años después la historia verdadera nos haya quedado vieja que la que se cuenta actualmente y está bien que asi sea, porque no es importante la verdad, lo importante es la ficción, lo importante es el objetivo que nos tracemos.

Y ya hurgando en la profundidad esencial de este asunto, puedo arriesgar que tampoco es tan importante tener una raiz real en ellas, o si? Podríamos ir al extremo y decir que tener una buena historia para contar es mucho más importante que su veracidad y hasta debe ser más reconfortante.
¿Que placer supremo nos puede causar tener una anécdota inventada que sea atrapante, graciosa y nunca nos aburra? ¿A alguien le importa que no nos haya pasado? ¿Deja de causarnos gracia?
 Hay canciones maravillosas que se escriben sobre historias que comienzan con una mirada y terminan con una escena romántica que jamás ocurrió.

Vendrán luego los cultores de la moral colectiva a decirnos que una persona que miente es indigna o no merece nuestro respeto y tendrán entonces todo mi repudio. Es irrelevante, muchachos, para muchisimos ordenes de la vida la verdad es irrelevante. Me permitirán el deslice, pero sigo prefiriendo la historia a la verdad, por más que intenten convencerme de lo contrario y esforzarse por agredirme llamándome mentiroso. No me interesa que me crean mentiroso siempre y cuando me sigan creyendo un amenizador de reuniones.

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