miércoles, 2 de enero de 2013

Consejos

En el coqueto barrio de Flores, más precisamente en las cercanías de lo que los lugareños denominamos "El Bajo Flores", existió cierta vez un hombre. Creo que se llamaba Ramirez, o quiza Fernandez, el nombre no viene al caso, aunque podría apostar un dedo a que se llamaba Ramirez.

El asunto es que este señor era una especie de oráculo, adivino o algo así y practicaba esta actividad a la par que se lucia en sus otras ocupaciones - ensayista, meteorólogo,poeta, periodista deportivo, médico, abogado, crítico de cine, ilustre oyente de música, especialista en medios audiovisuales y vendedor de diarios - que eran, especialmente la última, por la que mayormente lo reconocían.

Esta variedad de profesiones llevaba a circunstancias confusas y enojosas con las que se había acostumbrado a convivir. Por citar un ejemplo, recuerdo la tarde que, queriendo aconsejar a un muchacho que se había hecho un raspón en el pie derecho, lo instruyó en las mañas y cualidades técnicas necesarias para ser un volante central de esos que no abundan o aquella madrugada cuando, habiéndole consultado un vecino por la actitud a tomar frente al despido de su patrón, le dijo que se tomara un Ibuprofeno cuatrocientos miligramos e hiciera reposo por cuarenta y ocho horas.

Las viejas del barrio, los comerciantes que no tenían demasiado éxito en los negocios y los parroquianos habituales de los bares viejos y descascarados, gustaban de escuchar sus consejos y muy a menudo, le consultaban por decisiones a tomar, estrategias a seguir, negocios en los que apostar y minas a las que perseguir. Cabe destacar que don Ramirez acertaba en un gran porcentaje de las consultas, aunque a veces, quizá para destacar su colegiado lenguaje y su don de arte poética, daba consejos tan difusos que podían ser interpretados de infinitas maneras. Esta ambigüedad dialéctica le permitía desligarse responsabilidades y volcar en el consultor la responsabilidad de haber o no interpretado correctamente el mensaje.
La señora Jimenez cuenta, después de dos copitas de jerez y una ligera insinuación amorosa, que cierta vez le consultó sobre el futuro de su negocio de venta minorista de dulces, golosinas, cigarrillos y otros artículos, al que nunca dejó que nadie llamara quiosco.

Rescato de aquella charla:

- Le dije a Ramirez si convenía que dejara mi negocio y me pusiera un locutorio y me respondio: "Señora, si esparce miel en una tostada, lo más probable es que vengan abejas, pero también existe la posibilidad de que aparezcan hormigas, algún oso o inclusive un empleado postal, que siempre estan dando vueltas a la hora del mate." Entendí entonces que tenia que dejar mi negocio y ponerme una dietética. Me fundi tres meses después de haber reinaugurado. Fui a pedir explicaciones y solo me lleve insultos y groserias. Me dijo que yo era una estúpida y que no pensaba gastar más saliba en mi persona." - Me relato algo decepcionada, ligeramente deprimida y evidentemente molesta.


El viejo García - juez en conflictos de índole social, comunicador más que eficaz de semi informaciones del barrio, periodista aficionado sin medio de difusión y verdulero - opinaba frecuentemente que el bueno de Ramirez no era más que un charlatán, un pobre tipo con cantidades obscenas de tiempo ocioso que gustaba de brindarle consejos a los demás. Decia, como si esto fuera poco, que si fuese tan confiable como todos creían, no seguiría vendiendo diarios en el cruce de las avenidas Carabobo y Eva Perón.

Consultado ante semejante ofensa, Ramirez dijo desconocer al señor García y atribuyó esa expresión al chumserio habitual de peluquería de las viejas que quisieron arrastrarlo a la cama y no tuvieron éxito.
Es que el supremo consejero de Flores, como algunos solían llamarlo, se creía buen mozo, galante, seductor y dueño de un físico envidiable, y a menudo se le podía escuchar contandole a los parroquianos del bar "El manco" sus historias de romances con estrellas de la farándula nacional, prostitutas de la calle Ramon Falcón y mujeres de los comerciantes de la calle Varela.

Con el advenimiento del internet, la hiperinformacion y los medios que abusan de nuestra intimidad para decirnos lo que tenemos que pensar y lo que no, la gente dejó de interesarse en los consejos de Ramirez.
Dicen que el viejo murió dos semanas después de que ganara Alfonsin las elecciones del ochenta y tres, y a pesar de haber pasado el tiempo, la gente todavia piensa que al barrio le falta un consejero de confianza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario