Se debatían a duelo ideológico y cultural.
Combatían ferozmente con lo mas colegiado de sus lenguajes.
Se insultaban, se chicaneaban, se agredían, se insinuaban improperios.
Ambos dos, máximos referentes de la nobleza de aquellos años.
La Reina Cristal, con sus miles de fieles, y el Duque de Mauris con sus miles de hectáreas.
Todos los que vivíamos en esos poblados sufríamos su desvergüenza, su alma colmada de tinieblas.
Todos sufríamos aquella absurda prioridad. Todos sufríamos como parecía no quitarles el sueño la pobreza o la miseria si no la persona que tenían enfrente.
Ella era soberbia, prepotente, altanera. Era francamente intolerable, solía pasarse horas y horas dando sermones a la "plebe" desde una escalinata dispuesta para tal fin a las puertas del palacio.
Daba cátedra de sus cifras y conocimientos, llenaba de pompa y guirnaldas todos aquellos logros que su reinado había conseguido, aunque mas no fuera, por la gracia y generosidad de tierras cercanas.
Estaba rodeada, siempre rodeada. Rodeada de los mas miserables obsecuentes.
Aquellos inservibles lacayos que solo le traían buenas noticias o se encargaban de adornar su figura con adjetivos galantes y muestras de devoción y pleitesía.
Ninguno jugaba el papel del monje negro. Ninguno llevaba la verdad a los oidos de su alteza.
A nadie se le habria ocurrido jamas comentar sobre los niños hambrientos de los pueblos mas alejados del reino o decir acaso que había un descontento con su autoritaria forma de tomar decisiones.
Se rumoreaba entre dientes, que al ultimo que nombro la palabra democracia todavía le estaban buscando la cabeza.
En la vereda opuesta estaba Él. Duque entre los duques, noble entre los nobles.
Con sus miles de propiedades, sus miles de hectáreas, sus miles de esclavos.
Ya nadie recordaba que su linaje era mestizo. Nadie decía que había accedido a ser noble por ser el mas rico entre los pobres, por pertenecer a la famosa clase de terratenientes que habitaban la región.
No era noble por naturaleza, habia comprado su titulo a fuerza del sudor y la sangre de sus siervos.
Era vil, despiadado, inescrupuloso, caprichoso. Era el tormento de los tormentos, y para peor de males, era un completo estúpido. Un inútil, se lo mire por donde se lo mire, rodeado de lacayos y sirvientes mas malévolos e inescrupulosos que el. Sirvientes que le hacían creer que tenia las capacidades necesarias para reclamar un salto hacia el reinado.
Lo habian convencido de que reunia las cualidades de un gran lider. Le habian llevado a sus oidos que el pueblo entero reclamaba verlo en el lugar dominante.
Ella, con el poder que le confería su titulo de nobleza. El, con el poder que le confería todo su dinero.
Ambos dos, a escasos 150 metros de distancia, se disparaban con misiles de grueso calibre, catapultas con súbditos en llamas y hasta proyectiles inservibles y sin mantenimiento que habían comprado algunos años atrás.
En medio, en esos 150 metros, 40 millones de personas recibían los proyectiles, sufrían los embates y vivían como si la violencia fuera moneda corriente, moneda de cambio.
¿En que país vivimos?, se preguntaban
En un país gobernado por dos cerdos, que solo se miran el obligo.
En un país manipulado por dos cerdos que todavía piensan que lejos del hambre, el peor enemigo que tienen es el noble que no esta de su lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario