martes, 25 de octubre de 2011

El odio transitorio

Yo, al igual que todos los seres humanos, tengo amigos y por suerte también, enemigos.

Bueno, quizá enemigo no sea la palabra, pongamosle "personas que me caen como el orto".
Vale aclarar que esta relación no requiere de hecho una reciprocidad. Entiendase por esto, hay gente que desprecio y quizás no sepa siquiera que existo, o no forme parte de ningún tipo de reflexion o pensamiento que puedan tener. Sin embargo, que sentimiento de odio viceral el que tengo para con ellos.

Es pasajero, lo se. Me pasa por calenton, también lo se. Pero no puedo evitar sentirme asi cuando los pienso.

Algún corrector moralista preguntara el para que de tener gente a quienes despreciar.
La respuesta es muy sencilla. El contrapunto es necesario, hasta para aquellas superadas personalidades, ajenas de comportamientos irracionales.
Necesitamos un nemesis, alguien que se encuentre en la vereda de enfrente.
Alguien a quien echarle la culpa de todos los males, un chivo expiatorio.
Es necesario descargarse con alguien, muy necesario.

Y ojo, hay que saber elegir al enemigo tanto como uno elige a sus amigos.
No da, coloquialmente hablando, putear a un tipo llamado Juan Manuel.

¿Como puteas a un Juan Manuel?

En cambio, fijate que bien queda putear a un Roberto:

"Roberto y la re p... que te parió"

Que distinto, que relajante, que liberador.

Existe gente que sera nuestro depositario de emociones violentas, ocupe la función que ocupe, sea quien sea, haga lo que haga, diga lo que diga. Son personas "odiables" por nuestras diferencias genéticas. Esta en nuestra piel el detestarlos. Por su forma de pensar, por su forma de actuar o por su visión del mundo.

Sin embargo, hay otra gente que es detestable de forma transitoria.
Gente que detestamos por estar en tal o cual lugar en el momento indicado.

Ejemplos sobre esto sobran. Uno muy claro es el del policía que patrulla la calle.
Ese policia que nos encuentra orinando en un arbol de la plaza un sabado a la noche.

¿Que puede hacer el tipo este?

Pues advertirnos, molestarnos, levantarnos, arrestarnos.
Esta ahi, y eso es lo que tendría que hacer. Sin embargo, sabemos que bien podría no hacer nada.

¿Y que sucede si por una determinada circunstancia ese tipo a quien tendríamos que detestar circunstancialmente es nuestro amigo?

Imaginemos que tenemos un amigo policía que nos encuentra orinando en la plaza.
Es su obligacion decirnos que no orinemos. También es su obligacion, quizás, el levantarnos una contravension, detenernos o vaya uno saber que.

Sin embargo, nuestra relación se lo impide.

¿Y si esta acompañado de alguien que tiene que supervisarlo y lo empuja a hacerlo?

Vaya problema.

¿Y si aquella persona que tiene que supervisarlo y lo presiona para que nos detenga, además de todo, tiene algún tipo de enfrentamiento con nosotros?

Seguramente amenazaría con removerlo de su trabajo, o quizá, relegarlo a otras tareas.

¿Y si nuestro amigo esta ahi por su propia voluntad y no por una obligacion de hecho, como podría ser en el caso del policía, el tener que alimentar a su familia?

Pues bien, dejenme expresar con total franquesa, me decepcionaría que ese amigo privilegiara su puesto, su lugar, su pequeño espacio de poder antes que nuestra amistad.
Pero, pese a mis expresiones de deseo, no puedo juzgarlo de forma objetiva.
Tampoco me toco tener un amigo policia que me encuentre orinando en la plaza.
El dia que pase, sabre que se siente el odiar a un amigo, aunque sea un odio de caracter pasajero.

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