domingo, 8 de mayo de 2011

El primate afeitado

Siempre pensé que las personas, entre las cuales obviamente me incluyo, malgastamos aquello que deberíamos cuidar como si fuese el oro.
No estoy hablando del agua, ni del aire, ni de ningún recurso natural.
Estoy hablando lisa y llanamente, de nuestra capacidad de razonar. Aquella hermosa cualidad que nos permite ser seres racionales.
Olvidamos que poseemos esta habilidad y nos convertimos a menudo, en simples primates que encontraron una mejor forma de comunicarse, se visten, se afeitan y creen en algo supernatural que creo el universo en 7 días.
Me pregunto porque frecuentemente nos comportamos de forma tan impulsiva cuando hacemos ciertas cosas. Porque nos traicionamos a nosotros mismos y terminamos encerrados en un submundo de irracionalidad, desenfreno, impulsos y decisiones aleatorias.
Es muy común que encontremos este tipo de hábitos en discusiones que implican temas urticantes, llamese, política, religión, fútbol, etc.
No pretendo cambiar la forma de pensar y manejarse de todo el mundo, solo pretendo que seamos consientes de las cosas que decimos y como las decimos. De como, muchas veces, terminamos no escuchando a la persona que tenemos enfrente, si no esperando a que termine para hacer nuestra replica o nuestra agresión. Hablamos sin pensar. Hablamos por hablar. Gritamos para llamar la atención. Nos dejamos llevar por la impotencia que nos genera el disentir con otra persona a la que no podemos hacer cambiar de parecer.
Desviamos consiente o inconscientemente el foco de discusión, los argumentos necesarios para defender nuestra postura y las respuestas racionales a las preguntas que se nos hacen, para convertir nuestro alegato en un cumulo de insultos, agresiones, palabras y expresiones que solo buscan descalificar o herir a la persona que tenemos enfrente.
Por lo general, atribuyo estos comportamientos endémicos dentro de nuestra sociedad, a las personas que nos educan, conducen y representan. Aquellos que toman las decisiones importantes que a todos nos competen y aquellos que tienen la importante labor de formar a las personas del mañana.
Hace un tiempo, por citar un ejemplo, me encontré caminando por el Parque Chacabuco, y presencie un acto del Sindicato de Docentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Al margen de si su reclamo era valido o no, llevaban como estandarte una bandera donde aparecían las caras de Videla, Massera, Menem y Macri unidas por unas flechas en orden cronológico.
Me indigne sobremanera, como calculo lo haría cualquier persona racional, porque creo que mas allá de las posturas políticas y las deficiones que podamos tener sobre ciertos personajes de nuestra política, no podemos nunca compararlos en el mismo llano terreno con torturadores y asesinos, personas que secuestraron bebes, torturaron jóvenes o arrojaron cadáveres al mar.
Este tipo de actitudes, propias de una sociedad partida y crispada, confrontada por todas sus caras visibles, que genera odios y rencores, son incitadas también desde las altas esferas del poder de nuestro país. Desde la instigacion "Estas con ellos o estas con nosotros" rompen con la libertad de que cada uno elija lo positivo y lo negativo de cada postura que se le presenta. Nos encasillan en una de las veredas, nos definen como Pueblo o AntiPueblo, Nacionales y Populares o Cipayos Oligarcas, Radicales o Peronistas, Kirchneristas o Fascistas.
Respecto a esta ultima, y para ir terminando, quiero invitar a que todos aquellos que pasen por este espacio lean sobre la vida y obra de Benito Mussolini, Adolf Hitler o Francisco Franco. Lean la clase de atrocidades y violaciones a los derechos humanos que hicieron estos personajes y piensen si realmente aquellos con los que ustedes están discutiendo, aquellos que tienen en la vereda de enfrente, los que tienen una visión algo mas conservadora que ustedes del mundo, son o no Fascistas.
La liviandad de las palabras puede llevarnos a muchos escenarios problematicos.
El primero, es la violencia.
El segundo, la instauración de un mote o característica a una persona por el mero hecho de querer perjudicarla.
El tercero, es que alguien que nos este escuchando, sepa feascientemente el significado de ese termino y crea, con razon, que somos unos ignorantes, que simplemente hablamos por desconocimiento, o que somos unos malintencionados, que solo lo decimos para lograr el vacío y antihumano objetivo de herir o humillar a otra persona.
Pensemos bien a la hora de manifestarnos sobre cierta persona. Las palabras quedan, en algun rincon nuestro. Y a la hora de calificar o descalificar a alguien, pensemos si nos sentariamos a hablar con una persona que tuviese esa caracteristica.

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