Tratar de interpretar a otra persona puede convertirse en una
actividad fascinante. Lúdica, divertida, entretenida. Y digo tratar de interpretar porque sólo cada uno es plenamente consciente de lo que pasa por dentro de su cabeza. El problema nos surge con
aquellas personas que sentimos nunca vamos a poder interpretar o aquellos que nunca dejarán de sorprendernos.
Conozco algunas, no muchas. Algunos de esos que son “indescifrables”, difíciles
de leer, difíciles de entender. Aquellos que te salen
con cosas que no esperabas, que reaccionan de maneras inimaginables, completamente contrarias a los parámetros que consideraríamos normales para ellos.
Siempre tratamos de predecir que es lo que va a
pasar, porque creemos que conocemos a la otra persona, nos creemos conocedores
e intérpretes de su vida. Porque es parte del juego de las relaciones humanas, es una de las partes divertidas. Sabemos que chiste hacerle a tal o a cual para que se enoje un poquito y también sabemos que decirle a tal o a cual para que nunca en su vida nos vuelva a hablar. Los conocemos. Nos conocemos. Creemos que nos conocemos entre todos.
Ahí fallamos. Fallamos cuando creemos conocer a otra
persona. Fallamos al no darnos cuenta que en realidad son muy pocas las
personas que conocemos de verdad; son muy pocas aquellas de las que podemos
predecir todos sus movimientos, entender sus razonamientos, adivinar cuál va a
ser su reacción ante determinada circunstancia.
Y fallamos porque tenemos la falsa ilusión de que conocemos
a alguien porque conocemos su fachada; porque nos inundamos de datos
decorativos sobre sus vidas. Porque sabemos con que frase se ríe, que chiste no le causa gracia y cuales son sus límites en los temas de conversación. Conocemos sus límites, creemos conocerlos.
Nos pasa cuando conocemos a una persona y rápidamente
entramos en confianza con ella; el ritmo del conocimiento mutuo es vertiginoso,
pareciera que vamos en una montaña rusa, viéndonos por vez primera los hilos y
la hechura. Pronto, muy pronto, descubrimos sus fascinaciones, algunos de sus
temores, sus historias, su pasado, su presente, lo que planea a futuro. Que
ideología tiene, que actividades practica, con quien vive, que mina o que tipo
famoso le gusta, cuales son sus ideas de belleza, cuales son algunas de sus
preocupaciones.
Parece que absorbemos y absorbemos y generalmente nos
confiamos. Creemos que las conocemos al dedillo, guiados por una lógica
revoltosa.
- - Estuve hablando con Fulano, es un buen pibe.
- - ¿Quién? ¿Tu compañero nuevo de laburo?
- - Si. Estuvo en Paris el año pasado, es re fan de
los Simpsons, vive con la novia y toca la batería. Estudia derecho, creo que el
viejo es abogado.
ENCUENTRE EL ERROR EN LA CONVERSACIÓN ANTERIOR
“Es un buen pibe”. Ahi fallamos, en esa suposición.
¿Cómo podemos afirmar eso de alguien que recién conocemos?
¿Cómo podemos afirmar eso de alguien que recién conocemos?
Personalmente suelo ser desconfiado por naturaleza, es muy
normal que la gente me parezca pelotuda apenas la conozco y lentamente se gane
mi confianza. Es un defecto, no un pecado.
Hace poco me pasó de encontrarme con reacciones inesperadas
de personas que creía conocer bien, justamente, por conocerles la fachada. La
decepción es terrible, tenés ganas de frenar y preguntarle ¿Qué te pasó? y te
das cuenta que lo que deberías preguntar es ¿Sos así realmente?
El nivel de decepción es directamente proporcional al tiempo que hace que conocemos a la otra persona. Cuánto más creemos conocerla, más nos duelen algunas reacciones, y es ahi donde radica el punto. No nos duelen sus reacciones, nos duelen que no las creemos propias de esas personas. ¿Se entiende? . Fulano puede putearme horrible y quizá no me afecte, porque fulano es un puteador serial. Mengano puede putearme una décima parte de lo que me puteó Fulano y me asusta, porque Mengano dice "La gran flauta" en lugar de "La concha de la lora".
La gente es un enigma, algunos logramos resolverlos con el
tiempo, otros pareciera que van a vivir eternamente entre las sombras de la
duda. Conocer e interpretar, parece que van de la mano y a veces hay un mar de distancia entre la una y la otra.